Historias de un Huracan sin rumbo
Monday, February 26, 2007
  Complicando la vida... or as good as it gets?
La vida se va poniendo complicada. Me pongo a pensar en lo que me decía Carlo, hace más de un año. “Tienes la vida armada, para que te la vas a complicar”. “Sigue así, casado, con ventajas, vive en el Upper East Side de Manhattan, no te enredes”. Consejo de un gay que tiene cerca de mi edad, claro que él nunca se casó, tuvo éxito profesional y económico, y hoy vive cómodamente en un departamento gigantesco en la Quinta Avenida, con vista al parque, y tiene su propia empresa. Nunca fue gay militante, por el contrario, más de una vez me tocó estar en eventos a los que él fue acompañado de alguna estupenda mujer que había invitado para la ocasión, a pesar de haber tenido a su pareja en esos tiempos. Hoy en día, cada tanto lo veo acompañado de algún tipo estupendo y unos quince años menor que él. Un punto de vista interesante, basado en una experiencia particular.

Pero yo no soy bueno para oír consejos. Le doy con el tema de ser honesto conmigo mismo, de sentirme mal por dejar que todos crean que soy heterosexual. No es que me cueste, total, hoy los hombres solos que estuvieron casados no están bajo sospecha. Ya “demostraron” que no eran gay. A cualquiera de mi edad que sea soltero nunca casado le cuelgan la etiqueta de maricón, lo sea o no. Pero si eres separado o divorciado, eso se olvida. Claro que como a nadie le he dicho oficialmente “Estoy separado”, muchos piensan que en realidad estoy haciendo un sacrificio viviendo lejos de mi familia por razones de trabajo. Agreguémosle a eso que mantengo buena relación con la familia, nadie pone en duda mi orientación sexual. ¿O si?

Ya me solté un poco las trenzas llevando a Steve a comer con mi amigo Michael y su pareja en Miami. Con eso anduve dando una señal bastante ambigua. Estar tanto tiempo sin ver a mi mujer también da una señal que genera una serie de preguntas. Como, “¿Qué hace este huevón para cambiarle el agua a las aceitunas?”. “No estará a pura paja, está un poco viejo para eso”, o “Será que ya no se le para o se le pasó el impulso sexual”. “Por que santo no es”. Pero son temas que nadie te pregunta, sería indiscreto. A lo mas alguien me habrá dicho “No se como lo haces…”. Pero cualquiera con dos dedos de frente suma dos más dos y llega a la misma conclusión que llegó mi hijo mayor hace ya tiempo. Y a la que están llegando algunos de mis sobrinos también.

Todo esto me está llevando a un punto en que si sigo por este camino, pronto va a ser un secreto a voces que todos van a conocer pero nadie va a dejarme ver que lo saben. Al menos no mientras yo haga alguna brutalidad como darle una patada a la puerta del closet. Como por ejemplo regalarle anillo a Steve y publicarlo en el New York Times en la página de compromisos de matrimonio. O venirme de vacaciones a Santiago con Mark. O que el amigo chileno, ex compañero de trabajo, ese que vive en USA con su pololo se vaya de hocico y me saque del closet sin consulta previa. Como se viene de vacaciones a Chile, y se ve con mucha gente que son amigos comunes. Me huele que mas de alguien que no “debería” saber, ya sabe. Pero nadie se atreve a preguntarlo, y apenas a mencionarlo a alguna otra persona, excepto tal vez la generación más joven, los que al menos dicen no tener tanto rollo con el asunto. Hasta que se encuentran con la posibilidad de que el “tío” sea gay. Entonces aparecen las caras de sorpresa, porque una cosa es que sea gay uno compañero de universidad, otra una persona que has visto con respeto como padre de familia por muchos años.

Son sólo elucubraciones. También me doy cuenta que me estoy volviendo un viejo verde, estos días en un balneario cuico de la zona central me hacen apreciar lo linda que es la generación que hoy está en los veintitantos. Paseándose por la playa sin polera, mostrando sus cuerpos fibrosos, caras quemadas al sol, piernas musculosas y peludas. Trajes de baño mas grandes de lo que necesitan, colgando desde más abajo de la cintura, mostrando e insinuando. Esto me pasa mucho más en Chile que en New York, los jóvenes chilenos tienen un sex-appeal especial, a pesar de la moda de andar desastrados, con las barbas desordenadas, vestidos casi como vagabundos.

A lo que voy con todo esto es que está llegando la hora en que tengo que decidir como voy a hacer el resto de mi vida. Hoy día sigo con un pie a cada lado, entre vivir como neoyorquino gay y como hombre de familia en Santiago. Cada día con más dificultad lo segundo, y realmente sin mucho glamour lo primero. Pero por otro lado, soy lo que soy, con o sin glamour, y la vida que me queda me gustaría vivirla siendo honesto conmigo mismo y en armonía con los demás. En palabras de Carlo, me quiero complicar, a pesar de tener la vida armada.

Me llegó un mail de Steve diciendo que viene a NYC el jueves, para una reunión de negocios que le organicé yo. Me dice que si yo voy a estar se quedaría unos días más, conmigo. Pero ese día mi hijo va a estar conmigo, de jueves a viernes, y el fin de semana vendría Mark si le digo que voy a estar. Igual le dije a Steve que viniera, a ver como lo manejo. Nada de dormir abrazaditos cuando esté mi hijo en la casa, lo que en definitiva es mejor. Porque aunque mi hijo supiera que soy gay, me sentiría imbécil explicándole que dormimos abrazados pero que somos sólo amigos.

Ahora, si viene Mark, y Steve se quiere quedar, Steve le tocaría dormir en el sofá. No se si sería capaz de eso, pero es lo que corresponde si somos sólo amigos…
 
Thursday, February 22, 2007
  Runaway
No se de dónde salió, pero en mi cuenta de America Online me encontré con este mensaje de hola de un personaje que no tenía perfil. No me refiero a su cara vista de lado, sino que a un “profile” que lo describa para el conocimiento de sus contactos en línea. Pero había una miniatura de foto de un muchacho muy joven, con cara de adolescente, rubio, pero con la cabeza algo rala. De esos rubios que se quedan prematuramente calvos, que por lo demás encuentro muy sexy, especialmente cuando son jóvenes y usan el pelo muy corto.
Le contesté el mensaje y pensé, este se equivocó conmigo, parece que pensó que yo era algún jovencito. Pero no, insistió. Algo me dijo que estaba en New York y que podríamos conocernos. No le di mucha bola y eso quedó en nada. Hasta que una semana después me lo encontré en Manhunt. Otro servicio en línea, en este caso para contactos específicamente gay. Me volvió a saludar y volvimos a chatear en America Online. Esta vez me pareció un personaje interesante, culto, con una cierta madurez que me atrajo.
Hablamos por teléfono. Se llama Mark, y vive en Washington, dónde está estudiando medicina. Tiene 31 años, lo que lo hace ser un estudiante tardío. Me llamó la atención eso, pero no le hice mucho caso al asunto, y me pareció de mal gusto preguntarle.
Intercambiamos fotos, y en todas las que me mandó se veía el mismo rubio de pelo corto. Guapo, delicadamente masculino, consistente con la voz que oía en el teléfono. Me dijo que me encontraba terriblemente sexy. Yo tambien a él.


Me llamo el miércoles para decirme que pensaba venir el fin de semana a New York para conocerme. No le creí en un comienzo, pero insistió en que era en serio. Le dije que encantado, que podíamos también ir a esquiar juntos. Me dijo que nunca había esquiado, solo esquí de cross-country alguna vez. Siempre puedes aprender, le dije.
Finalmente me llamó para confirmar que se vendría en tren desde Washington. Llegó a New York más o menos cuando yo estaba saliendo de la oficina, y nos encontramos a la salida del metro para ir a mi departamento, dónde yo le había prometido que se podría alojar aunque nos cayéramos mal. Pero no me cayó nada mal, aunque con su metro ochenta y tres de altura, su sonrisa de niño y sus ojos azules de bebé angelical parecía un jugador de basketball de algún High School del medio oeste.

Es un poco incómodo conocer de sopetón a alguien a la salida del metro, en una noche fría y partir de una vez al departamento caminando lado a lado. Pero de a poco nos fuimos sintiendo más y más a gusto. Tanto que cuando llegamos a mi casa colgué su chaqueta y al poco rato estábamos instalados en el sofá tomando unas copas de un tinto californiano que tenía guardado para alguna ocasión especial. Muy romántico, y un buen inicio de lo que sería un fin de semana muy interesante.

Salimos a comer esa noche y al día siguiente ya no nos queríamos separar. A pesar de que la idea de ir a esquiar había quedado condicional, yo había hecho las reservas y comprdo pasaje en tren para ir al menos yo. Le dije que fuera conmigo, pero no podía volver el lunes que a pesar de ser feriado para mí, el tenía que ir a trabajar al hospital por las rotaciones que está haciendo. Ibamos a salir a la estación donde le iba a comprar un pasaje para que fuera conmigo cuando me dijo, “regalonéame un poco, cinco minutos, antes de partir…” : Eran cinco para las dos, el tren partía un cuarto para las tres. No fueron cinco minutos, nos tocó tráfico, me tocó despedirme del tren desde el andén.

No había otro tren a Vermont hasta el día siguiente. Cambié mi boleto por uno queme llevaba hasta Albany, dos tercis del camino al menos. Desde allí supuse que podría conseguir alguna forma de transporte. Y nos fuimos a comer algo, y luego al Borders que hay ceca de Penn Station conectar el lap-top y hacer búsqueda de transporte. Le dije que igual se fuera conmigo, que buscáramos alguna forma de que pudiera volver el domingo en la tarde a Washington. Me insistió que no, que no tenía plata. Le dije que era una invitación, que no se preocupara. Se metió a un sitio espectacular para buscar pasajes baratos, y encontramos a un precio muy razonable un vuelo que de Rutland en Vermont iba a Boston y de allí a Washington-Baltimore.

Salimos corriendo a comprarle un boleto a Albany, y a las 5:45 ya íbamos saliendo de la estación rumbo al norte. Tuvimos dos horas y media para conversar sin parar, y contarnos todo, desde los detalles de mi vida familiar hasta toda su vida y como había llegado a donde estaba.

A los catorce años tuvo su primera relación con un compañero con el que jugaba basketball en el colegio, relación que duró un par de años. Tormentosa, porque su novio era un poco mayor que el, dieciéis años, pero estaba adelantado en el colegio y a esa edad entró a la universidad. Mark vivía en un suburbio de Philadelphia, y su amigo se fue a la universidad en Washington. No pasó mucho tiempo antes que Mark se pegó una escapada en tren a verlo, con la mala suerte que sus padres le encontraron los talones de los boletos. Sin decirle que los habían encontrado, sus padres, que son evangélicos fundamentalistas, le dijeron que sabían que él les estaba mintiendo, y que él debñia decirles la verdad sobre o que les había mantenido escondido. Ingenuamente, pensando que sabían todo, les dijo todo. Que estaba enamorado de su amigo, que tenían sexo, y que lo habñia ido a ver a Washington. Los padres quedaron de una pieza, y para impedir que su hijo se fuera al fuego eterno, lo mandaron a un tratamiento para convertirlo en “ex-gay”. Poco aguantó Mark, y se escapó de la casa, aunque en un día lo pillaron y lo mandaron de vuelta, después de haberlo esposado y pasado por una asistente social. Y mientras tanto los padres de Mark se habían encargado de hacerle la vida miserable a su noviecito en Washington. Para dar una idea de lo fanáticos que son los padres de Mark, según me dijo, ellos creen que los huesas de los dinosaurios los plantó el diablo para hacer que la gente dude de la verdad literal de la Biblia.

No pasó mucho tiempo y Mark logró escapar de su casa y se llegó a New York, donde vivió junto con otros niños escapados de sus casas en casas abandonadas en distintas partes de Manhattan. No me dio los detalles, pero me dijo que incluso vivió un tiempo en el Soho, donde compartía un edificio abandonado con adictos a la heroína.

Después de años vagando y muchas peripecias llegó a ser atendido por una agencia que se dedica a apoyar a “runaways”, como llaman acá a los niños escapados de sus casas. Logró conseguir el equivalente a High School, y sacó suficiente puntaje para ir a una universidad de estudios liberales con beca y préstamos universitarios. Después de eso se fue a California donde estuvo de voluntario en una campaña política, lo que le consiguiño una pega en el congreso trabajando para un senador. No le gustó la política, por lo que derivó hacia otros rumbos, lo que finalmente le consiguió una beca para estudiar medicina, financiado de nuevo con préstamos y ayuda de la universidad.

Y en eso está. Por el camino quedaron su primer snovio que terminó dejando la universidad y convirtiéndose en prostituto, un amigo que murió de sobredosis y otro que es HIV positivo. Que según él fueron las razones por las que a pesar de andar dando botes como runaway, no se metió en serio en las drogas ni en el sexo descuidado.

Larga historia y difícil de creer. Pero cuando me la fue contando, de a poco, dosificada en la conversación, dejando muchas cosas sin decir, me pareció absolutamente verdadera. De alguna manera es lo que explica la madurez de su mente y su cara que muestra ganas de ser niño de verdad, no un runaway.

Llegamos a Albany y fuimos a comer una pizza antes de conseguir un taxi que nos llevara a Vermont. Hacia frío y estaba nevando un poco. Albany es la capital del estado de New York. Pero no tiene nada en común con New York City. La gente del restaurante parecía de otro país, desde como se visten a sus temas de conversación y modales. Y la gota que rebasó el vaso fue el comentario del taxista que nos llevó a Vermont. Mientras pasaba por el centro de la ciudad nos comentó que había una convención política de negros, el Black Caucus, por lo que todos los hoteles y la ciudad estaba llena de negros, lo que era un razón más par llevarnos a Vermont y salir de la ciudad. Un comentario racista, abierto y directo. Sólo porque éramos blancos.

Finalmente llegamos al hotel en Vermont cerca de la medianoche. Cansados pero contentos. Directos al sobre. Al día siguiente, nos fuimos a la base del centro de ski, y tomamos un programa para absoluto principiante para Mark, tres horas para familiarizarse con el equipo y con las cosas más básicas de deslizarse por la nieve parado en dos palos. Me dio ternura ver lo contento que estaba cuando lo metí en ese curso. Como que le daba vergüenza decir que nunca había esquiado e insistía en decirle a la señora que lo registró que alguna vez había hecho esquí de cross-country. Terminó su clase, y llegó con una sonrisa de oreja a oreja a darme las gracias por haberle regalado la clase, me dio un abrazo y lo fui a dejar al bus que lo llevaba al aeropuerto mientras yo me quedaba a disfrutar otro día de nieve.

Ya estoy en el tren de regreso, que va atrasado, y está parado en Albany cuando or itinerario ya debería estar en Poughkeepsie. Paciencia, para otra vez lo hago en avión. Descubrí que hay un vuelo directo a un pueblo en New Hampshire que no queda tan lejos. O tal vez algún día recupere mi licencia y pueda volver a venir en auto, como lo hacía el año pasado.

Recién me llamó Mark, para decirme que va a tener algunos fines de semana libres en las próximas semanas. No se si quiero ser el mentor que necesita. Me inspira una ternura enorme, pero es un niño, por mucha madurez que muestre, tiene 8 años menos que Steve.
Le dije que se le quedaron sus boxers y una polera en el hotel, y que me había vuelto fetichista y no se los iba a devolver. Me dijo que no, que era señal de que nos veríamos de nuevo.
 
Tuesday, February 20, 2007
  Fin de semana en el infierno (Parte IV)
 Lo primero que hice fue ir al gimnasio a una sesión con mi personal trainer. Es guapo mi trainer, con un cuerpo perfecto, latino de los buenazos. Le conté lo que me pasó, y no se le arrugó una ceja. Parecía saber mucho del tema, por los comentarios que hacía. Hasta que le conté lo de la indiferencia y brutalidad de los policías, y me dijo; “Ya lo sé, así es como es, he estado ahí”. Lo quedé mirando con cara de pregunta, pensando que era un ex-convicto y nunca me lo había dicho. “No”, me dijo,”Yo era policía, NYPD, y si no consigo más sesiones de personal training, voy a tener que volver a serlo”. Me volvieron los tiritones al saber que era policía, pero después de pensar en lo guapo y sexy que se debió ver de uniforme azul, le perdoné haber sido policía. De hecho, ya no me dan tiritones cuando veo algún policía uniformado, al contrario, me da calentura y ganas de devolverles la mano. Creo que voy a salir a comprar un par de esposas, a ver si encuentro alguno que además de guapo sea juguetón....
 
Monday, February 19, 2007
  Fin de semana en el infierno (Parte III)
Pensé que esto era el purgatorio, donde nos castigarían pero saldríamos de allí libres de nuestros pecados, listos para pagar la fianza y salir a la calle. Pero no, en realidad estábamos en la puerta del infierno.
 
Monday, February 12, 2007
  Fin de semana en el infierno (Parte II)
Entramos a South Beach por Alton Road desde el norte, por dónde el tráfico venía fluído.  Pero ahí..., recién estaba en la antesala del infierno.
 
Wednesday, February 07, 2007
  Fin de semana en el infierno (Parte I)
¿Qué tan malo puede ser un fin de semana? Try this…
 

My Photo
Name:
Location: New York, United States
ARCHIVES
December 2005 / January 2006 / February 2006 / March 2006 / April 2006 / May 2006 / June 2006 / July 2006 / August 2006 / September 2006 / October 2006 / November 2006 / December 2006 / January 2007 / February 2007 / March 2007 / May 2007 / June 2007 / July 2007 / August 2007 / September 2007 / January 2008 / February 2008 / March 2008 / April 2008 / May 2008 / September 2008 / October 2008 / November 2008 / January 2009 / September 2009 / April 2016 /


Powered by Blogger