Historias de un Huracan sin rumbo
Saturday, July 21, 2007
  Cuatro de Julio en LaGuardia

Se jodió para mí el asado que organizó John el 4 de Julio. Iba a ir un rato al menos, antes de partir al aeropuerto para mi vuelo a las 8 PM a Dallas, para poder llegar a México a la hora que estaba comprometido. Pero en la mañana me puse a resolver los temas atrasados que tenía pendientes con tanto viaje que he tenido últimamente. Cosas como cancelar la poliza del auto, porque ya opté por ser peatón, o escribir una carta pidiedo una extensión de mi contrato de arriendo, porque la entrega de mi nuevo departamento se volvió a atrasar. Y cuando debí estar saliendo al asado, todavía no había ido a la oficina a buscar los papeles que tenía que llevar para el viaje. Le mandé un corto e-mail disculpándome, y partí a la oficina.

El día estaba feo, a punto de llover, por lo que pensé que los despliegues de fuegos artificiales que hay en Manhattan para esa fecha no iban a ser muy exitosos, y no me dio tanta pena perdérmelos. El espectáculo estaba programado para las 9 PM, y para entonces yo ya estaría a medio camino hacia Texas.

Llegué a la oficina, y me sentí mal por la mujer que estaba de guardia en la recepción. La misma portorriqueña bajita con trencitas que me coquetea todos los días, y a la que siempre saludo con una sonrisa que dejo que ella interprete como quiera. Estaba alegre como siempre, le dije que setía mucho que la tuvieran ahí para las fiestas, pero me puso cara de que le daba lo mismo. El ambiente en Manhattan era de fiesta, nadie con cara de trabajo, lleno de turistas y gente paseando por Midtown, a pesar del tiempo amenazante.

Estuve una hora en la oficina, descargando mi computador, imprimiendo los documentos que necesitaba y viendo un capítulo de “The Sopranos” en el televisor que tengo en el escritorio. Se que no me pusieron un televisor con cable en la oficina para que vaya los días festivos a ver “The Sopranos”, pero si tenía que estar ahí haciendo trabajo mecánico, resulto muy útil la instalación.

Sali a la calle y ya estaba lloviendo, por lo que tomé un taxi para irme al departamento a recoger mi maleta y tomar el auto que ya me estaba esperando para ir a La Guardia. Me bajé del taxi y le golpeé el vidrio al chofer del auto para decirle que me esperara unos minutos. Bajo la ventanilla y apareció un indio joven y bastante guapo, de esos que hay pocos. Le dije que ya venía. Subí a recoger mi maleta y partí al aeropuerto de La Guardia, preocupado de llegar a tiempo para poder hacer el Check-in automático, sin tener que hacer colas. Se necesita llegar media hora antes de la salida del vuelo, y llegué justo. En el aeropuerto penaban las ánimas, los gringos no viajan el día de la independencia, se quedan en sus casas haciendo asados y después se van a ver los fuegos artificiales.

Llegué a la puerta desde donde salía mi vuelo, y recién ahí me dí cuenta que el vuelo estaba dos horas atrasado. Según American Airlines, por atraso del avión que venía de algún otro lado y había mal tiempo. Me fui un rato al Admirals Club, el salón de la línea aérea, a hacer tiempo. Pensé escribir algo para este blog que ha estado tan abandonado, pero me terminé mirando las noticias. Hasta que a las 9 nos echarona los cuatro gatos que estábamos ahí porque cerraban el salón.

Me fui a las cercanías del la puerta, a un área con unos tremendos ventanales con una vista panorámica a Manhattan. Todavía llovía pero al rato comenzaron los fuegos artificiales en el horizonte. Primero en un rincón del ventanal, que según dijo alguien eran los fuegos artificiales de la tienda Macy’s, ahí cerquita del Empire State Building. Al poco rato los fuegos artificiales aparecieron por todo el horizonte nocturno, lejanos, coloridos, silenciosos. Me invadió una sensación de soledad, de estar en la vida como espectador, demasiado ocupado en mi trabajo mientras los demás viven y disfrutan la vida. Objetivamente creo que eso no es cierto, pero en ese momento fue la sensación que sentí. Me dio rabia que no pude ir al asado, cuando demás alcanzaba a ir con lo que se atrasó el avión. Pero ya estaba ahí, había tomado un compromiso de estar en cierto lugar a cierta hora y no tenía vuelta atrás. Llegué a Dallas pasado la medianoche, a otro aeropuerto desierto. Busqué el hotel Hyatt que hay dentro del aeropuerto, también solitario, me registré y me fui a dormir para terminar de una vez ese 4 de Julio.

 

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