Historias de un Huracan sin rumbo
Sunday, August 26, 2007
  Big Love

Hace un par de noches puse CNN para ver un rato a Anderson Cooper y sus reportajes. Lo primero que vi al encender el televisor fue a una señora de unos 60 años hablando de su vida como polígama. Contó ahí en el programa que ella se había casado con el marido de su hermana y había pasado a ser su tercera esposa, y que con el tiempo el marido llegó a tener diez esposas. Contó que había vivido veinte años como tercera esposa, y que cuando el marido tomó a su décima esposa, ella no aguantó más la tensión y los celos y se mandó a cambiar llevándose a todos sus hijos.

Esta señora creció en una familia mormona fundamentalista, que son gente que decidió seguir viviendo fiel a los principios originales de la iglesia mormona, incluyendo la práctica de la poligamia, cuándo bajo presión del gobierno norteamericano la iglesia oficialmente renunció a esa práctica en 1890. Los que siguieron fieles a los principios originales pensaban que la iglesia estaba traicionando los el legado del fundador de la iglesia, un señor Joseph Smith. Después la iglesia no solo renunció, sino que condenó con fuerza la poligamia y comenzó a excomulgar a los que insistían en seguir practicándola.

La señora del programa de Anderson Cooper explicó que ellos creían que la poligamia no era necesaria para que el hombre se “salvara” o se fuera al cielo, pero sí lo era para que alcanzara un grado de exaltación que lo convertiría en dios en la vida celestial. También dijo que para eso bastaba con tres esposas, pero que con más aumentaban las posibilidades de alcanzar el máximo nivel en el cielo.

Interesante creencia, aunque poco puedo decir sobre el tema porque sé muy poco acerca de la religión mormona, aunque me llama mucho la atención, en particular la importancia que le dan a la genealogía, tanto que han creado una base de datos públicas en la que han metido casi todos los registros de nacimientos, matrimonios y fallecimientos de todo el mundo. Si uno hace una búsqueda en esa base de datos acerca de sus antepasados, se encuentran resultados fascinantes.

Últimamente he estado siguiendo una serie de HBO que se llama “Big Love”, cuyo protagonista principal es un guapo empresario cuarentón que vive en Utah, dónde es dueño de una cadena de homecenters, junto con sus tres esposas, dos hijos adolescentes y un número indeterminado de hijos más chicos. Viven en un suburbio muy bonito y tranquilo, y para disimular la poligamia, viven en tres casas contiguas, cada una de ellas asignadas a cada esposa. Comen todos juntos, y las esposas comparten las obligaciones domésticas bajo la dirección de Barbara, la primera esposa. Hill, el marido, se turna cada noche para dormir con una de ellas, turnos que se respetan sagradamente, y en los cuales el patriarca generalmente cumple con sus deberes maritales, aunque a veces tenga que recurrir a la ayuda de un Viagra. Las mujeres dicen quererse mucho entre ellas y no manifiestan celos, aunque de vez en cuando surgen conflictos que siempre terminan sublimando en nombre de “vivir el principio”. Los hijos viven felices con tres mamás a las que recurrir para que los regaloneen o los aconsejen, especialmente los adolescentes que no son tanto menores que la veinteañera tercera esposa, Margene. Por supuesto, con la llegada de la adolescencia los hijos comienzan a cuestionar si situación familiar, no tanto porque les incomode o no funcione, sino que por la presión social que los hace sentirse bichos raros.

Me gusta la serie, me cae bien Bill, con su permanente satisfacción sexual y actitud de patriarca bueno, que muestra los colmillos cuando ve a su familia amenazada. Las esposas son geniales, cada una con su personalidad definida, Barbara, la primera esposa es una mujer cuya familia acomodada mormona “oficial” la desprecia por dejar que su marido la haya metido en la poligamia; Nicki, la segunda esposa, proveniente de una familia fundamentalista polígama, criada en una especie de colonia en las montañas donde todos son polígamos bajo el liderazgo de su padre; y Margene, una joven que fue católica y tuvo amoríos varios antes de casarse, pero que se enamoró de Bill y asumió la poligamia cuando estuvo trabajando en la casa cuidando a los niños mientras Barbara estuvo enferma.

El hijo mayor, Ben, un guapo muchacho que tiene como 17 años, después de “descarriarse” y tener sexo a diario con su polola por un tiempo, regresó al redil cuando la polola se rió de él cuando le propuso casarse para no seguir viviendo en pecado. Y Ben ya tiene decidido que va a “vivir el principio”, como su padre, para llegar a ser profeta.

Lo más curioso es que para los adolescentes, volver a integrarse a la sociedad “normal” es volverse mormones de la iglesia oficial, rechazando la poligamia. A pesar de que para muchos los mormones oficiales ya son un poco bichos raros, eso no es así en el estado donde vive esta familia, dónde la mayoría de la gente es justamente mormona, y dónde esta la sede principal de la iglesia.

La serie tiene un desarrollo con muchas aristas entretenidas y complejas, lo que la ha ido haciendo muy popular en Estados Unidos, y ha comenzado a atraer atención sobre los poligamistas y su modo de vida. Han aparecido Blogs y sitios web sobre el tema y hasta hubo una manifestación en Salt Lake City en pro de los derechos de los poligamistas.

Lo que me lleva a reflexionar sobre el tema de la libertad religiosa, y a no poder entender que un país cuyos principios básicos estuvieron siempre ligados a la experiencia de minorías religiosas que llegaron a America escapando de la intolerancia de Europa en su época. Si el estado norteamericano no permite la oración en los colegios estatales, para mantener la estricta separación entre iglesia y estado, por que puede perseguir a gente que practica la poligamia como parte de su religión. ¿Cuál es el rollo con que un hombre tenga dos, tres o mas mujeres? ¿O una mujer tenga más de un marido? Mientras cada uno entre en esa relación en forma libre e informada, sean adultos y no haya coerción de ningún tipo a mantenerse en ese matrimonio plural, no veo el problema. De hecho hay muchos países donde es legal, particularmente los musulmanes.

Lo mismo me pasa cuando veo que en Francia le prohíben a las mujeres usar esos paños en la cabeza que usan muchas mujeres musulmanas, lo que en inglés llaman “Head Scarf”. Lo prohíben en lugares públicos, porque es una expresión externa de su creencia religiosa que puede “ofender” a los que no comparten sus creencias. No he oído nada más ridículo, para mi es simplemente una forma de forzar a las mujeres musulmanas a adoptar hábitos occidentales. Curiosamente en Turquía, país principalmente musulmán, pero de gobierno laico, hay gente que reclama porque la esposa del Presidente usa este paño en la cabeza, lo que sería contrario a los principios laicos del estado turco.

Es decir, la defensa de la libertad religiosa para algunos liberales llega hasta donde les gusta, pero después imponen sus puntos de vista si se sienten amenazados. Por supuesto que no es lo mismo que sucede con los gays, a quiénes discriminan y persiguen, no por sus creencias religiosas, sino que por las de otros que se las quieren imponer a ellos.

Si los mormones fundamentalistas no tuvieran problemas con la homosexualidad, que si los tienen, me pregunto cómo se armaría un matrimonio plural gay. Primer y segundo marido, ¿cuando uno llegue a los 50 toma un tercer marido de unos 25?, no suena nada mal. Sería una manera de formalizar lo que ya se da en la práctica.

Hoy es la gran final de la temporada de Big Love, no me la voy a perder. Bueno, espero no haber escandalizado a nadie con esto, pero es un tema curioso, que rompe esquemas. Se abre la mesa a comentarios.

 
Thursday, August 23, 2007
  Steve no more

Steve me había avisado hace dos semanas que iba a ir a New York, y que llegaría el día martes de Asia y que tal vez nos podríamos ver. Le dije que esa semana no estaría en New York , ya que tenía que viajar por negocios y no volvería hasta el lunes siguiente. Le dije al pasar que si necesitaba alojamiento se podía quedar en mi departamento. Me dijo que no, que la empresa le pagaba el hotel.
Por eso me sorprendió cuando el martes recibí un urgido mensaje en mi celular en que me decía que no había encontrado hotel y si podía quedarse un par de días en mi departamento. Lo llamé de vuelta y le dije que por supuesto, y arreglé con el conserje para que lo dejaran entrar. Iba a estar sólo un par de días, igual no nos íbamos a ver.

Seguí mis viajes, y el domingo cuando ya estaba a punto de partir de regreso a New York, me avisó que se iba a quedar hasta el martes para que alcanzáramos a vernos y poder salir a comer el lunes en la noche. Fantástico, le dije.

Salimos el lunes a comer, fuimos a Arriba Arriba el restaurante mexicano de Hell’s Kitchen, y después pasamos a dar una mirada a Therapy, un bar gay de ese barrio, pero como buen día lunes, penaban las ánimas. Volvimos temprano y a dormir, ya que había que trabajar al día siguiente.

El martes me dijo que no tenía claro que iba a pasar con el viaje a Brasil que era la razón por la que estaba en New York, asi que se pensaba ir a Boston a esperar que las cosas se definieran mejor. Le sugerí que se quedara en New York, ya que no tenía mucho sentido que se fuera a Boston sólo para hacer tiempo, ya que yo no tenía problema que siguiera en mi departamento.

Poco a poco su estadía se fue extendiendo, sin problema por mi parte, y de pronto nos encontramos haciendo vida perfectamente doméstica, casi de casados. Claro, con una evidente excepción. Pero cociné para dos varias veces, y salimos a comer otras tantas, nos turnamos para el baño, vimos televisión en las noches.

Algo pasó en esos días, pero el viaje de Steve a New York cambió de haber sido por negocios, a ser abiertamente uno para sondear las posibilidades de cambiarse de trabajo. Tiene muchas ganas de venirse a New York, y parece que se equivocó con el trabajo que aceptó en Asia. Y, como siempre, me pide consejo, pero no lo escucha y después hace lo que se le ocurre. No están buenos los tiempos para estar cambiándose de trabajo en el sector financiero, con la crisis que hay en los mercados, lo más probable es que Wall Street despida gente por decenas de miles y congelen las contrataciones. Lo que significa que va a haber mucha gente buscando trabajo y pocos puestos disponibles. Mejor se vuelve a Asia a cuidar la pega hasta que la situación repunte.

Pero no hay quién le saque de la cabeza que tiene que cambiarse de trabajo ya, que no puede esperar, lo que significa que se arriesga a tomar lo primero que encuentre para estar infeliz de nuevo en unos meses. Hablamos mucho, pero la verdad es que no sé si algo de lo que le digo le entra en su rígido cerebro. Lo intento al menos.

El viernes me invitó a comer de nuevo al Arriba Arriba, curioso considerando los miles de restaurantes que hay en la ciudad. Creo que quería emborracharse con una margarita “Mamá”, unas enormes que sirven ahí, fácil es un litro. También me tomé una, y al final de la comida estaba listo para irme a dormir. Steve insistió en que fuéramos a Vlada, un bar que hay a media cuadra de Arriba Arriba. Aguanté quince minutos, no tomé nada y le dije que se quedara, que yo me iba a dormir. Había trabajado todo el día y había tenido una sesión con mi personal trainer al final de la tarde. También había pasado temprano en la mañana a ver a uno de mis fuck buddies, donde aproveché de cambiarle el agua a las aceitunas. De eso ni le conté a Steve, sólo le dije que había tenido un día muy cansador. Que era la verdad. Steve llegó al departamento como a las 7 30 AM, cuando yo ya había despertado y tomado desayuno. Algo me dijo de un tipo guapo que conoció en Vlada, y se fue a dormir.

Cuando por fin despertó le sugerí que fuéramos de brunch al Boat House que está a la orilla del lago en Central Park, Brunch es una siutiquería en realidad, porque yo no espero hasta mediodía para desayunar, primero porque no me levanto tarde, y segundo porque si no he tomado un buen desayuno a las diez de la mañana lo más probable es que el genio se me ponga insoportable. Mis brunches son en realidad almuerzos en los que aprovecho las ofertas de brunch que hacen los restaurantes para los que se levantan tarde el fin de semana.

El día estaba espectacular, soleado, no muy caluroso, clima seco, lo que es un lujo para agosto en New York. Caminamos hasta el parque, nos fuimos por Madison Avenue, me gusta caminar por esa avenida, especialmente en fin de semana de verano, con todas las tiendas lindas y caras, restaurantes chiquitos y elegantes con toldo a la calle, gente bien vestida, en resumen, el epítome del Upper East Side. Pero del verdadero Upper East, el que está entre Park Avenue y la 5ª Avenida en las calles sesentas y setentas.

Entramos al parque y nos anotamos en el Boat House para agarrar una mesa en la terraza frente al lago. No aceptan reservaciones previas, y había espera de una hora. Sabía que iba a ser así, y esperamos. Es rico comer ahí, y usamos la hora para dar una vuelta por el parque. Fuimos al bosquecito contiguo al lago que se llama The Ramble, que está lleno de senderitos, algunos anchos y asfaltados, otros de tierra y angostos, con lomas, rocas y una vegetación tupida. El bosque ese tiene la fama de ser un área de cruising gay en las noches, y es fácil imaginarse lo que puede pasar ahí entre los arbustos tupidos después de la puesta de sol. Nos perdimos, lo que nos ayudó a pasar la hora tratando de encontrar el camino de regreso al Boat House. Cuando llegamos justo nos tocaba el turno para mesa, y nos sentamos a disfrutar ese clásico de New York.

Volvimos a la casa y se nos ocurrió ir a ver un show que se llama “Naked boys singing”, a las 10:30 PM. Compramos los boletos por Internet y dedicamos el resto de la tarde cada uno a su trabajo. Antes de salir, cociné un par de bifes al sartén con ensalada y partimos al teatro.

El teatro estaba lleno de parejas gay y de grupos de mujeres en despedida de soltera. El show consiste en una hora de canto y baile al mas típico estilo de Boradway, en que participan ocho jóvenes de veintitantos, todos absolutamente desnudos la mayor parte del tiempo. Sin remilgos, sacudiendo la diuca al son de la música, y de vez en cuando apareciendo con ropa, sólo para sacársela rápidamente. Las niñas en despedidas de soltera aullaban cada tanto, y los actores bromeaban con las parejas gay y con las que estaban por casarse. Algunos de los actores eran realmente guapos, uno en particular. Bueno, siempre hay “uno en particular” que es el que a uno le gusta. Coincidimos en el gusto con Steve.

Me reí de lo lindo y me gustó el espectáculo. No son los mejores actores, bailarines y cantantes de Broadway, pero hacen un muy buen papel y con total desinhibición. Me veo haciéndolo, lo que confirma que tengo un lado exhibicionista. No así mi amigo Steve, que si ni él mismo puede dormir sin pijama (siempre duerme completamente vestido, arriba y abajo, totalmente matapasiones), el espectáculo de hombres saltando y bailando por el escenario con sus lindos penes y pelotas a la vista del público lo tenía terriblemente incómodo. Tanto así que no le pude sacar palabra durante lo que duró el espectáculo. Y cuando salió su principal comentario fue lo triste que debe ser para esos actores tener que recurrir a trabajar en ese show, sólo porque no habrían conseguido trabajo en nada mejor. Cierto que no es el show dónde van a llegar al estrellato de Broadway, pero para nada me pareció tan denigrante como a Steve. Si no fuera por mi edad, feliz presento currículo.

Después del teatro pasamos a tomar una cerveza a Vlada, y nos fuimos a dormir temprano porque yo aguanto poco en los bares, y al día siguiente Steve tenía que almorzar con su ex jefe para seguir con la búsqueda de trabajo.

El domingo en la tarde Steve se iría a Boston después de su almuerzo, y yo aproveché de irme al MOMA, Museum of Modern Art, ya que hace tiempo que no iba. Estuvo espectacular, vi “Les demiselles d’Avignon”, un impresionante ccuadro de Picasso que estaba en exhibición temporal. Me recordó que la primera vez que fui al MOMA todavía gobernaba Franco en España y “Guernica” todavía estaba en el MOMA.

Me dio gusto ver una pintura de Matta en un lugar destacadísimo del museo. Además el cuadro lo merecía.

Finalmente volví al departamento y me alcancé a despedir de Steve y dejarlo en el taxi con cierto alivio. Es que me estoy acostumbrando a vivir solo, y se me hace pesado tener que convivir tantos días con alguien.

Pero no es solo eso, estos días me sirvieron para confirmar que no va a volver a pasar nada romántico con Steve, no solo porque él no ha quierido, sino que porque yo no podría. Verlo y hablar todos estos días con –el, con todas sus rigideces, con su terquedad en ciertas cosas, y con su extraño puritanismo me dejó muy claro que no podría volver a una relación romántico. Lo que pasó fue hace más de diez años y nos mantuvimos privilegios por años. Pero fue otra época, yo era otro, él era casi un niño.

Las personas evolucionan separadamente pero uno idealiza lo que hubo y a la persona que conoció. Agreguémosle a eso que mis amigos que lo han conocido superficialmente en sus visitas a New York lo encuentran maravilloso y que haríamos una linda pareja. Entonces yo me fui quedando pegado en eso, sin verlo objetivamente. Hasta ahora. Le agradezco haberse pasado estos días conmigo, me sirvió para librarme del fantasma que me perseguía. Seguiremos siendo amigos. Creo.

 

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