Historias de un Huracan sin rumbo
Preppy boy
Llegué de mi viaje ansioso por hablar con Peter. El encuentro en el bar había andado y bien y se me quedó en la cabeza el toque de labios al despedirnos en Madison Avenue. Me mandó un mail mientras andaba de viaje. No, me mandó dos, uno para decirme lo bien que lo pasó conversando conmigo en el bar, el otro para decirme que él ya había regresado a New York y que podríamos vernos. Le contesté que yo todavía no regresaba y que lo llamaba cuando volviera. Parece que lo tomó como una forma indirecta de mandarlo al carajo, porque cuando llegué a New York , un día más tarde de lo presupuestado no había hecho ni amago de llamarme. Yo estaba seguro de que encontraría un mensaje suyo en el teléfono. Ahí me puse a dudar si llamarlo o no. Pero lo llamé. No contestó el teléfono y me pasó al correo de voz. Se me vinieron los nervios encima, era la última oportunidad de no perder contacto con él. Traté de poner mi tono de voz más amable, y de decir lo correcto sin mostrar mi ansiedad. Le dije que me llamara.
Pasó la tarde y nada. Me sentí mal, pensé que me iba a llamar inmediatamente. Llegué al departamento en muy mala onda y me metí a internet con intenciones de encontrar una solución rápida a la mala onda. Y me encontré con un mensaje a través del sistema de paginas web en que nos contactamos por primera vez. Me decía que había perdido mi teléfono, y que cuando le entro la llamada estaba fuera de alcance y no quedo registrada. Que le mandara mi teléfono.
Diligentemente le mandé mi número de teléfono. También había un mensaje suyo en mi email, directo desde el suyo, diciendo que había encontrado mi email pero no mi telefono. Claro, si le había mandado varios emails directamente.
No lo llamé, pero al día siguiente me estaba llamando para ver si nos podíamos ver. Quedamos de salir el sábado, a comer, que después veríamos donde. Me sonó inseguro, pero contento de volver a tener contacto conmigo. Me alegró el día y me puse a pensar en que haríamos en esa salida, que esperaba no terminar con otro roce de labios en plena calle. Pensé en que Peter también es menor que yo, tan menor como fue en su tiempo Steve. 12 años le llevo.
Hablamos el sábado en la mañana y le dije que escogiera el restaurante. Me dijo que lo pensara yo también, como inseguro de nuevo. ¿qué sé yo dónde llevar a un neoyorquino sofisticado como él ? Terminó escogiendo él, un restaurancito italiano del Upper East Side, convenientemente cerca de su departamento. Me dijo que muchas veces comía ahí. Era un restaurante mas familiar de lo que me esperaba, lo que me alegró, porque no quería que todo fuera tan elegante como la primera vez, cuando nos vimos en el Plaza Athenée.
Me subí a un taxi medio complicado, y llegué un par de minutos atrasado. Acababa de parar la lluvia y cuando entré ya estaba llamándome. Parece que voy a tener que mejorar mi puntualidad si quiero salir con Peter. La sonrisa que me tiró cuando me vio me relajó totalmente, se me pasaron los nervios de una vez, y me sentí cómodo en un segundo. Pedí una copa de vino blanco, hacía mucho calor, y Peter sorprendentemente para mi, no toma alcohol. Apenas comió, solo los camarones de una pasta que se veía deliciosa, y un sorbet de fruta.
La conversación no se acerca de qué fue, pero fluyó bien y seguí sintiéndome muy cómodo. La mesa era minúscula y no pude evitar que nuestras piernas se estuvieran rozando durante toda la comida.
Salimos del restaurante y nos fuimos caminando por Madison hacia el sur, varias cuadras, hasta que de repente me dice, “¿Quieres venir a conocer mi departamento?”. Por fin, pensé, ya veía que me daba otro toquecito en los labios y partía para su casa.
Su departamento está en uno de esos edificios chicos, de 5 pisos, entre Madison y Park Avenue. Un edificio elegante en lo mejor de Nueva York.
Su departamento es precioso, diseñado por él mismo, y la verdad es que en directo se ve mucho mejor que la foto que había visto en su catálogo de diseño en internet. Hasta lo dejaría que me decore una casa. Que verguenza cuando conozca mi departamento.
A la una de la mañana salí caminando por Madison, chaqueta al hombro, feliz de la vida y con la cabeza llena de ilusiones. Con energía de sobra y ganas de hablar con Peter de nuevo, pero sentí que era muy de pendejo llamarlo 10 minutos después que salí de su casa. Asi que me fui caminando hasta mi departamento como en esos avisos de perfume en que el jovencito baja a la calle desde el departamento de su novia en Paris y se va caminando encantado mientras la ciudad está recién despertando.
Al día siguiente desperté temprano, y lo primero que pensé fue en la fantástica noche anterior. Tuve que contener las ganas de llamarlo para decirselo, otra vez me hubiese sentido un pendejo. Recién a las 12 me atreví a llamarlo, y no lo encontré. Le dejé mensaje, y al rato me llamó para decirme que también lo había pasado muy bien. Que tal vez debiéramos hacer algo el fin de semana. Le contesté que tal vez deberíamos tomarnos un fin de semana juntos. Que me habría gustado acompañarlo a caminar en Central Park esa mañana, pero que a la hora que él fue al parque no me atreví a llamarlo porque pensé que estaría durmiendo. Hablamos de a que hora nos levantamos normalmente y resulta que los dos somos malos para dormir y nos levantamos temprano. Mejor así, buen comienzo. Nos vimos de nuevo ayer.
Durmiendo con el enemigo
Imaginemos que ya no estoy en New York, sino que en Santiago de Chile. Que soy esos quince años menor que tenía ganas de ser en mi último post. Cuando conocí a Chris en Therapy. Y que Chris se llama Gerardo, es chileno y tiene unos 22 años.
Gerardo es un muchacho maravilloso, inteligente, maduro, pero con esa energía de un joven de su edad que me la transmite y me emociona cuando toda me la dedica a mí. Es además guapísimo, alto, de ojos verdes, pelo castaño claro y un cuerpazo que desarrolló como deportista destacado del exclusivo colegio católico privado donde estudió. Se viste como un príncipe, y maneja un auto deportivo de lujo que le regalaron sus padres. Después de todo, Gerardo es el orgullo de la familia, el menor y único hijo hombre, estudiante destacado de la Escuela de Derecho de la Universidad Católica, responsable, atractivo, lleno de vida. A los ojos de sus padres se merece todo lo que le dan y es el continuador del apellido familiar.
Hace meses que estamos viéndonos, y nos vemos seguido, salimos a comer, vamos alas discos, hasta hemos ido a la playa por varios días ya un número de veces y hace poco nos fuimos a esquiar por el fin de semana. Yo estoy enamorado y con una sensación que nunca antes había sentido de estar con alguien que lo es todo para mí, que siento que puedo construir una vida con él. Y el me ha demostrado que siente algo parecido, tiene una dedicación total conmigo, me hace sentir el centro de su mundo. Como yo vivo sólo y mi departamento no está lejos de su casa, hemos tenido innumerables tardes juntos, sexo sublime, a veces creo que hemos alcanzado la complementación perfecta. Gerardo no es un pajarito nuevo en esto, no lo conocí virgen, pero juntos hemos llegado a un nivel que ninguno de los dos conocía. Hace un tiempo decidimos testearnos y ya que los dos somos hiv negativos y somos fieles el uno al otro, dejamos el latex de lado.
Nuestra relación ha ido alcanzando un nivel que me hace sentir que si se puede ser feliz en esta tierra, y he soñado con que Gerardo termine su carrera y podamos vivir juntos. Poco a poco él esta dejando de lado la paranoia que tenía. Todavía me presenta como su primo a conocidos que encontramos cuando andamos juntos, especialemente cuando se trata de sus compañeros de colegio. Y cuando vamos a la Bunker usa un nombre que no es el suyo y a todos les dice que estudia publicidad. Pero últimamente había estado más relajado.
No es que Gerardo no esté cómodo con ser gay. Hace rato que lo sabe, que lo asumió y que lo está viviendo. Y más intensamente desde que estamos juntos. Pero hay que entender que viene de un medio de clase alta católica en el que ser gay se considera una desviación que generalmente le pasa a otros y que en todo caso hay que superar y no aceptar. Su familia es de esas que tienen dudas si acaso dejar a los hijos hacer un post-grado en el extranjero, no vaya a ser que les metan ideas raras. Como le pasó a Pablo Simonetti.
Sus padres piensan no se puede aceptar las inmoralidades e ideas raras que tienen los gringos y para que decir los europeos que hasta a España la han degenerado. Si ya la iglesia española no pesa nada, los socialistas ahora dejan que los maricones se casen. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Es un ataque frontal a la familia, una forma de socavar a la sociedad para destruirla y rehacer todo a gusto de los socialistas. Los padres de Gerardo han formado lo que ellos llaman una familia bien constituida, como Dios manda, y están confiados en que de una familia así salen pilares de la sociedad que van a ser capaces de enfrentar todo este acoso manteniendo sus valors intactos. Pero piensan que no por eso hay que exponerlos demasiado mandándolos a vivir al extranjero, al menos no mientras no se hayan casado. Piensan que Gerardo no pololea porque todavía es joven, además pero sale mucho con amigas y bueno, tiene mucho trabajo en la universidad para poder mantener un pololeo como se debe. Nunca tiene tiempo libre, estudia muchisimo y los trabajos que tiene que hacer a veces le toman toda la noche.
Hace un poco mas de dos semanas cumplimos seis meses juntos. Se me ocurrió regalarle un caballito de madera en miniatura antiguo que encontré en una tienda de Providencia. A Gerardo le fascinan los caballos y los monta con una destreza impresionante. Aprendió a cabalgar en el campo de sus padres, y después tomó clases de equitación por varios años allá arriba en La Dehesa, en el Club Internacional. He visto sus fotos saltando y con esas botas que lo hacen verse guapísimo. También veo como cada vez que ve un caballo bonito los ojos le brillan.
Le escribí una tarjeta en que resumí lo que siento por él. Como si se pudiera expresar en palabras. Hice lo que pude, quise decirle lo que él significa para mí en este momento de mi vida. Lo feliz que me hace. Los ojos se le lenaron de lágrimas cuando la leyó, y me agradeció de todo corazón. Se le nubló la mente. Ese fue mi gran error
Pasaron cinco días que no oí de él, empecé a pensar que sí es cierto esto del trabajo excesivo en la universidad, que ya no tiene tiempo ni siquiera para mí. Ni siquiera me contestaba el celular. Pensé que de nuevo lo habría perdido.
Hace diez días que el mundo se derrumbó a mi alrededor. Llegué a mi casa como a las 7 de la tarde después de pasar a tomar un café al Starbucks de Isidora. Preocupado por Gerardo y su desaparición. Sonó el teléfono y tuve un mal presentimiento, claro, casi nadie me llama al teléfono de la casa, todo el muno tiene mi celular. Era una mujer, con voz de cuica, que muy seria me pregunto si era yo, por mi nombre completo. Le dije que si, que con quién hablaba yo. “Soy la hermana mayor de Gerardo”, anunció. “Entiendo que eres el homosexual mayor con el que estuvo enredado”, me dijo. Mierda, homosexual mayor, primera vez que alguien se refirió a mi en esos términos, en un tono que sonó a enfermo mental o corruptor de menores. No supe que contestarle. Y ella siguió hablando, “Quiero que sepas que sabemos todo porque encontramos tu tarjetita, y que lo estamos apoyando y ayudando para que vuelva a enrielarse en vez de estropear su vida siguiendo el camino por el que lo has tratado de llevar. Y por eso mismo te pedimos que por respeto no lo llames ni lo sigas persiguiendo para que pueda concentrarse en enrielar su vida correctamente. Da gracias que no queremos amargarle la vida a los papás, por lo que con mis hermanos decidimos no contarles nada y resolver esto calladamente. De otra forma, esto no quedaría así no más”. No estaba preparado para oir algo así. Me sentí violentado, como una patada en el estómago, el mundo me daba vueltas. Le traté de decir que Gerardo era lo mejor que me había pasado en la vida, que lo quiero, que se me haría difícil vivir sin él. Que yo no lo había buscado, que el me buscó a mi, y que estaba feliz de que hubiera ocurrido. Que el más maduro en nuestra relación es él. Que en lo sexual me enseñó varias cosas porque tiene más experiencia que yo. Pero no me salió palabra. Me dijo que su pololo pasaría a mi departamento a buscar la raqueta de tenis y las zapatillas que Gerardo tenía ahí. Que a que hora iba. Recién ahí atiné a contestarle, era una pregunta fácil. Lo demás que quería decirle se me quedó pegado en la garganta.
Y no, no me ha pasado una cosa así, pero si, estas cosas pasan aún en el 2006...
El otro blog...
La republicación del OTRO BLOG sigue avanzando,
este es el link!
Más y mejor
Nada aun con Chris, no logramos ponernos de acuerdo para vernos. A estos chiquilines que trabajan en Wall Street los hacen trabajar muy tarde y los dejan agotados.
Mientras tanto los que están más cerca de mi rango de edad tienen tiempo dispoible y responden a las llamadas con una confiabilidad mayor.
Salí con dos nuevos amigos esta semana y terminé olvidándome de llamar a Chris. El primero fue Peter, un tipo de 37 años que a primera vista parece un niño hijito de papá de los suburbios, WASP y aburrido. Quedamos de encontrarnos en el bar del Plaza Athenée, uno de los hoteles chicos clásicos más elegantes de New York, en la 64 entre Madison y Park. Llegué ahí a las 7 PM como habíamos acordado, y no lo encontré por ningún lado. Me senté en la barra, pensando que tal vez me había confundido y la cosa era a las 7 y media. Pedí una coca-cola light y me instalé a esperar. Pasaron veinte minutos y nada, y en mi aburrimiento me puse a ver las noticias en un terminal de internet que había sobre la barra. Estaba leyendo las últimas gracias de Chavez cuando oigo que alguien dice mi nombre, medio mal pronunciado desde mi lado derecho. Me di vuelta y ahí estaba, tal cual, me miró con cara de sorpresa y me dijo que estaba a punto de irse y que no esperaba que estuviera trabajando en mi computador en el bar. Le dije que ni era mi computador ni estaba trabajando, que lo había buscado y que yo también estaba por irme. Resulta que el bar era más grande que lo que yo pensaba, y el estaba metido en la parte donde no miré. Para ben o para mal, le brillaron los ojos ccunado me vio, y bueno, se le pasó el mal humor y me dijo que nos instalaramos en una mesa. Y pedimos una copa de vino tinto cuando afuera la temperatura todavía era de 33 grados celsius, pero en la oscuridad y aire acondicionado del bar, el tinto resultaba muy apropiado. Después descubrí que ese bar, que lo eligió Peter, está catalogado cmo uno de los bares más románticos de Manhattan.
Enganchamos bien, conversamos de todo y la inmortalidad del cangrejo. De su carera como diseñador, del negocio internacional que está lanzando. De mi carrera, de mi familia, de sus padres y de conocidos mutuos, que hasta eso encontramos. Me gustó Peter. Esperaba que me invitara a su casa, pero al día siguiente salía de viaje enuno de esos vuelos tempraneros que odio, cuando hay que estar en el aeropuerto a las 5 AM, se iba a ver el negocio que tiene en el extranjero. Pensé cuantas veces no había yo usado esa excusa para no irme a la casa con alguien que no me convencía, para no ofender. Pero aquí sentí o quise sentir un grado de honestidad que me hizo sentir seguro, casi que intencionalmente era mejor mantener una distancia para darse opción a concocerse un poco más antes de que una encamada tena la opción de destruir la magia.
Nos despedimos con un beso en la boca ahí, parados en Madison Avenue.
Ayer me mandó un mail, yo no le había escrito. Me dijo que lo había disfrutado, le contesté que yo también, mucho y que nos veríamos a la vuelta de nuestros respectivos viajes.
El jueves partí a las 8 en mi auto, hacía tanto calor que no quería ir hasta Chelsea en taxi para terminar como durazno al jugo. Nunca les funciona bien el aire acondicionado. Mi auto lo puse a enfriar a todo dar, y partí hacia Bottino, un restaurante en el West side, técnicamente no está en Chelsea, ya que está al norte de la calle 23, en la Décima avenida. Igual parece Chelsea, y está muy cerca de la oficina de Daniel, con quién me iba a juntar a tomar un trago.
Llegué tarde, a veces es complicado andar en auto en Manhattan, especialmente estacionar. Pero llegue y ahí estaba, tan guapo como en la foto que me había mandado. Esta vez fue vino blanco bien helado, porque el calor se “veía” a través de las ventanas del bar. Y pedí unas ricas bruschettas que nos comimos ahí mismo en la barra, compartidas, igual que la caprese que se pidio él. La conversa estuvo buena y después me acompañó de vuelta al auto. Le dije que se subiera, que lo llevaba a su casa, dudó, porqu vive muy cerca. Subió finalmente, hice partir el motor para tenr aire acondicionado y por fin lo pude besar como quería hace rato. Y eso duró un rato largo, hace tiempo que no me quedaba besando a alguien en un auto estacionado. Me sentí aolescente, pero eramos dos hombres grandes, el que menos tenia 44 años. Finalmente lo dejé en su casa y partí feliz a la mía. Al día siguiente me llego un email preguntándome si había llegado bien. Creo que hay una segunda salida en mente..
Creo que Remus tiene razón en su último comentario, hay un Huracán que no tiene tan claro lo que quiere, pero parece que ahora está agarrando el rumbo correcto.