Historias de un Huracan sin rumbo
Tuesday, October 31, 2006
  Boston y yo
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Me vine a Boston una semana antes de lo que tenía planeado, la agenda se me enredó y le pregunté a Steve si no le importaba que adelantáramos mi visita. Me dijo que feliz, que tenía muchas ganas de verme. Lo que me redujo las defensas a un ataque de estupidez, y seguí haciéndome ilusiones acerca de ver al muchacho que me hizo saltar los fusibles hace 13 años, cuando nos conocimos y tuvimos un romance intenso y que duró años con interrupciones, malos entendidos y distancia.

En 1993 él estaba haciendo su post-grado en Columbia, y yo trabajaba en Manhattan, mientras vivía en los suburbios con mi familia. Yo tenía muy poco kilometraje y él fue el primer hombre que realmente quise, y a veces pienso si acaso no fue también el último. Pasamos unos meses de locura intensa en que nos quedamos muchas tardes en su cuartito de estudiante, cerca de Columbia, donde hacíamos el amor con música irlandesa de fondo para que no se oyera desde el cuarto vecino. Después las circunstancias de la vida nos separaron, y no le peleamos a las circunstancias. Nos volvimos a ver con frecuencia, nos volvimos a querer y a dejar de querer, con pasión, con rabia a veces, con llanto.

El tenía una novia que vivía en Washington, a la que de vez en cuando iba a ver, y esa no fue su única incursión en el mundo hetero. También tuvo una novia japonesa cuando vivía en Tokio, y termino viviendo con una alemana en Frankfurt. Hasta que hace algunos años terminó con sus intentos de convertirse en un “breeder” y su interés por las mujeres se redujo a relaciones puertas afuera.

Después de eso aparecí por su casa o nos encontramos en Londres unas cuantas veces, en una cosa que yo sentía que iba in crescendo. Pero estaba muy equivocado. La última vez que pasé por su casa en Alemania me relegó a la pieza de visitas, y perdí los privilegios que tenía, supuestamente por la aparición de un personaje en California que sería el hombre de sus sueños. Medio como que lo creí, aunque me parecía extrañísimo que se diera esa relación a miles de kilómetros de distancia. Me dolió, no se si el ego o el corazón…,¡pero me dolió!

Ha pasado un par de años y seguimos en contacto. Creo que eso nunca va a terminar, porque estamos conectados de por vida. Por eso, ahora que se cambió a vivir a Boston, me llamó y me invitó a que lo vaya a ver. Y yo, el baboso, dije que sí, y hasta lo adelanté dejando otras cosas de ladó. Poco antes de salir hablamos y me preguntó si podía invitar a almorzar a su socio en el negocio que está empezando en Boston. Claro, por qué no.

Enfile hacia el norte apenas pude el viernes, me metí a las carreteras a eso de las 7 PM, obscuro y medio lloviendo, pero la verdad iba contento pensando en llegar a Boston y verlo. Estaba algo ilusionado. El viaje fue sin problemas, no me pasaron partes de velocidad, y ademas la lluvia quedó atrás muy rápido. Llegué a Boston en tres hora y media, y no me costó encontrar su casa en Cambridge, una casa antigua de madera pintada de azul en el barrio que separa a Harvard del campus del MIT. Todavía me estaba esperando para salir a comer a las diez y media de la noche.

Fue una alegría verlo, sigue exactamente igual, pero no hubo fuegos artificiales. Partimos a pie a comer, lo que fue un grave error, por que se suponía que ibamos a un restaurante muy cerca, pero ese lugar estaba cerrado y terminamos caminando mucho, hasta Harvard Square.

Comimos en un restaurante lleno de estudiantes medio borrachos, algunos hombres que tengo que decir que estaban muy guapos, y que estaban acompañados por algunas chiquillas locamente vestidas con minifalda sin medias con un clima de frío y viento que se las pelaba.

Nos tomamos una botella de vino Malbec malo. Muy malo, no me acuerdo de la viña, alguna de Mendoza, pero totalmente desconocida. Quedé mal sugiriendo ese vino sobre la base de que en Mendoza hacen buenos Malbecs. Bueno, los hacen, los mejores del mundo, pero no todos son buenos.

Volvimos a la casa en taxi para capear la caminata, y me mando a dormir a la pieza de invitados. Aunque hubo insinuaciones por ambos lados, no pasó nada. Hasta la mañana siguiente, en que temprano me metí a su cama y lo abracé. Y nada más.

El sábado fuimos a tomar desayuno de nuevo a un lugar que se suponía cerca y terminó siendo en Harvard Square. Buen desayuno, pedí una omelette con palta y tomates secos que estaba de chuparse los dedos. No hicimos mucho más en la mañana y a la una y media ya estábamos almorzando con su socio. Que lo conoce hace diez años y no sabe la orientación sexual de su socio. Y que es un guapísimo padre soltero, totalmente straight. El almuerzo fue interesantísimo para mi, el tipo tiene una experiencia muy interesante que espero les sirva para sacar adelante su negocio, que tiene mucho en común con lo que yo hago. Y me doy cuenta que los puedo ayudar mucho. Y también empiezo a entender parte de la motivación de la invitación a Boston. En fin, si de alguna manera lo puedo ayudar, bien, lo ayudo. Y no volveré a ser tan huevón para ilusionarme con pelotudeces de adolescente. Esto no va a pasar y ni siquiera estoy tan seguro de querer que pase. Creo que mi ego golpeado anda en busca de reparación y ya está. No la consiguió. Asi es la vida no más, a veces hay que dejar que los moretones se vayan borrando solos.

Mi amigo tiene doce años menos que yo, está en lo mejor de su vida , guapo, solvente, sofisticado, habla cinco idiomas y le ha ido bien en lo que ha hecho en la vida. ¿Para que carajo va tomar compromisos con un hombre mayor, que ademas vive a 200 millas de distancia?

Salimos a dar una vuelta por Club Café en la noche, el antro mejor ranqueado entre los pocos que hay en Boston. Y no pude evitar fijarme que donde ibamos los ojos de los hombres estaban sobre él. Lo miraban los más guapos del club, y era evidente que podría haberse levantado a quién le diera la gana. Pero insistía en buscarme pareja a mi, cosa que no me podía interesar menos, me sentiría incómodo enganchando con alguien cuando ando con él.

Como era el fin de semana antes de Halloween, había mucha gente disfrazada, incluyendo los drag queens de siempre, algunos con unos tacos aguja que me parecían imposibles para sostenerse en pie más o menos equilibrado. Un tipo guapo, delgado de pelo negro y ojos claros, con barba de un par de días y aspecto sofisticado le flirteó duro a Steve, aún cuando el tipo andaba acompañado de otro tipo altote de pelo negro y cara seria. No le dio mucha bola, y terminamos conversando con dos muchachitos de veintipocos años, disfrazados con unos trajes de piel sintética que según ellos eran de vikingos, pero para Steve eran Chip y Dale y para mi parecían la caricatura de Rómulo y Remo. Simpáticos los muchachitos, eran pareja y sorprendentemente parecidos, tanto que pensamos que eran hermanos. Tal vez era el efecto de los disfraces.

Volvimos a la casa, que todavía no tiene muebles, porque vienen en camino de Europa. Entre dormir en el suelo solo o acompañado, mejor acompañado, sugerí. Pero no funcionó, y la cosa no pasó de un tierno abrazo muy apretado.
Domingo en la mañana, partimos a tomar un brunch en un restaurante en Beacon Hill, en una callecita que sale de Charles Street hacia el río. Lindo restaurante, buena comida, ambiente elegante sin mucha formalidad. Sobraban unos músicos en vivo que intentaban animar a la concurrencia que venía recién saliendo de la cama.
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Después del brunch nos fuimos caminando hasta Newbury Street a mirar galerías de arte, donde los galeristas se deshacían en atenciones a mi amigo. No se si era el abrigo largo que se pone que lo hace verse imponente y muy elegante, o su linda cara. Seguro le va a llegar un email ofreciéndole algo más que arte de uno de los muchachos de una galería muy comercial que vendía litografías de famosos como Dali, Picasso y Miro.

Recorrimos todo Newbury hasta Massachussets Avenue y nos devolvimos. Decidimos pasar a tomar un café a uno de los tantos Starbucks que hay por ahí, cuando, que sorpresa, detrás de nosotros en la fila para comprar café se pararon el flaco de la noche anterior en Club Café con su amigo altote. Una sonrisa y un hola de Steve inició una conversación animada que seguimos parados al lado afuera del café, resulto que el flirteador, Gregory, era inglés, de Londres, y el otro era su amigo escocés. Por supuesto en diez segundos Steve ya se había hecho del telefono de Gregory y lo había invitado a salir a comer esa noche. No quiero saber por ahor alos resultados de eso, pero quedé de llamar al inglés esta semana porque seguía viaje a New York. De repente lo llevo a ver la Halloween Parade en el Village.
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Volví a New York y el tiempo ya está bueno de nuevo.
 
Thursday, October 19, 2006
  Frágil memoria
Estoy metido en un auto de esos negros con aspecto siniestro, o tal vez elegante, que se pasean por Nueva York y sus alrededores con gente a la que sus compañías les paga el transporte. La idea es que se muevan en condiciones algo mas cómodas que en un taxi amarillo manejado por algun inmigrante recién llegado que no sabe ni donde están las calles de la ciudad. Los choferes de estos autos negros, los “Town Cars” como los llaman por aquí, son inmigrantes no tan recién llegados, que seguro que partieron manejando taxis amarillos, pero son definitivamente mas cuidadosos y refinados, no huelen a curry o ajo ni se la pasan hablando por teléfono celular en hindi, urdu o ruso mientras manejan medio distraídos. A veces son guapos, y con su uniforme de pantalones negros, camisa blanca de algodón medio suelta y corbata negra se pueden llegar a ver sexy. Como el que me lleva ahora camino al aeropuerto de Newark. Un joven de tez blanca y pelo muy negro, lindas facciones sureuropeas y un cuerpo que se insinúa muy atlético a través de una camisa que arremangada, muestra unos antebrazos peludos y musculosos. El aire acondicionado me protege de la maldita humedad de esta ciudad que cuando no es tropical es gélida, y la amortiguación del Town Car me aísla de los infinitos hoyos de las calles de Manhattan. Es un agrado viajar así.

Cuando llegue al aeropuerto la comodidad del viaje se deteriorará por un rato, ya que nadie me puede salvar de la revisión que me van a hacer al pasar por seguridad, sacarse los zapatos, el cinturón y todos los metales del bolsillo. Soportar que a uno le griten, lo apuren o lo demoren, dependiendo del ánimo del funcionario. A sacar el laptop del maletín y ponerlo en una caja plástica que me recuerda los calientapiés del sauna Mund, y si se te ocurre llevar en tu equipaje de mano algo siniestro como un tubo de pasta de dientes, crema de afeitar o, Dios nos libre, champú, prepárese para ser tratado como delincuente. Desde ya ponga sus cremitas y líquidos en una bolsita plástica, declárese culpable y ruéguele al funcionario que le permita llevar esos artículos peligrosos. Están un poco más relajados ahora, dejan llevarlos en una bolsita transparente.

Es duro pasar del aire acondicionado y el espectáculo de mi guapo chofer a que a uno lo hagan desfilar en una cola de viajeros deschaquetados, a patita pelada y con los pantalones a medio caerse, sujetando una bolsita plástica con productos de aseo personal. Por suerte después de eso me toca subir al avión, Continental en clase ejecutiva, por lo menos es una línea aérea donde al personal no se le ha contagiado la actitud de empleado de seguridad de aeropuerto como sucede con otras líneas aéreas como American. Los de Continental sonríen y te ayudan, y hasta te ayudan a guardar la maleta.
Vamos a ver como sigue esto, sigo escribiendo en el avión, el guapo me está pidiendo la tarjeta de crédito porque ya llegamos al aeropuerto.

Sigo, no en el avión sino que en mi ciudad de destino. La capital de Colombia, años que no andaba por acá. Me olvidé de pedir que me recogieran en un auto del hotel. La ciudad me resulta familiar de cualquier manera, aunque me irrita que para cambiar 20 dólares en el aeropuerto hay que mostrar pasaporte, informar profesión y dirección en Bogotá para que una funcionaria llene un formulario que se lo dan a uno para que lo firme incluyendo dejar la huella digital en el documento. ¡Para eso todas las ventanillas tienen almohadillas de tinta! Salí a buscar un taxi "oficial", ya que aunque me dicen que Bogotá está muy segura en estos días, mas vale prevenir que curar. El camino a la zona norte se me hizo agradable, mirando como han arreglado las calles de la ciudad para tener un tráfico bastante más fluido que en el pasado. Y me di el gusto de ver los buses del Transmilenio. El Transmilenio es lo que quisieron hacer en Santiago con el Transantiago, pero implementado en forma seria, por un país con menos recursos que no se puede dar el gusto de malgastarlos como se ha hecho en Chile con la patética improvisación del Transantiago. En Bogotá los buses van por pistas segregadas, los paraderos son recintos cerrados de linda arquitectura, parecen estaciones de metro. Parece un metro de superficie, donde los buses articulados se mueven suavemente por vias diseñadas para ellos, sin tener que estar esquivando autitos y peatones o girando donde no hay espacio como en Santiago. Está linda Bogotá. Salí en la noche con unos amigos a comer a la zona rosa, por ahí en la zona norte done están lleno de restaurantes y bares. Mucho movimiento y musica, excelentes restaurantes, gente por las calles en un ambiente de "rumba" como le dicen los colombianos. Me recuerda lo que fue la calle Suecia en Santiago en sus mejores tiempos, antes de que se convirtiera en un antro de drogas y putas. Parece que Colombia está tirando para arriba.

Al llegar al hotel por fin revisé el Blackberry y me acosaron los emails. También había uno de Steve, el Californiano. Ya está viviendo en Boston, hasta se compró una casa. ¡Qué rapidez!, yo recién empiezo a mirar después de un año. El llegó a Boston y rápidamente compró una casa, que la agregó a la colección de bienes raíces que ya tiene repartida por el mundo. Hace unos días me mando un e-mail preguntándome cuando lo iba a ir a ver, que ya tenía casa para recibirme. Ayer hablamos y quede en pasar un fin de semana con él, para el 4 de Noviembre. Mi percepción es que va a ser otra visita platónica, y me da lo mismo, me cae lo suficientemente bien como para que sea un placer verlo nada más.

Donde hubo fuego... tal vez algo queda, se que lo voy a querer siempre, y me da gusto que lo puedo ayudar algo en lo que está haciendo profesionalmente ahora. Me llama con voz dulce y me invita, claro, es que necesita esa ayuda, ya me ha pasado antes. A veces me ilusiono, poniéndolo en un pedestal, su voz dulce y amable en el teléfono me hace olvidar los días reales con él y olvidar las mil razones por las que me convencí de que lo que una vez tuvimos se acabó. Y mi mente empieza a hacer planes para una vida juntos, cosa que nunca ocurrirá. La racionalidad se va al carajo y empiezo a hacer espacio en mi cama para cuando venga a New York. Y después, cuando nos encontramos, en cinco minutos recuerdo por qué todo se acabó y vuelvo al mundo real. La memoria es frágil con lo que uno no quiere recordar.
 
Wednesday, October 18, 2006
  Boston Sullivan
Me han estado echando de menos mis amigos neoyorquinos. Hace una semana que estoy dedicado a la familia, con la visita de mi señora y mi hija. Hemos estado visitando museos, yendo al teatro y hasta alguna película. Buenos restaurantes y compras… clásico New York de turistas, revuelto con las costumbres de neoyorquinos de toda la vida, el brunch del domingo después de leer el New York Times y putear por los taxis en un día de lluvia.
El viernes John me invitó a ver “The Departed”, la película que esta en el tope de la lista de crítica y audiencia por estos días. No pude ir con él, ese día ya tenía las entradas para un musical. Pero partí a verla en plan familiar el domingo, y no me las voy a dar de crítico de cine, pero la película esta buena. También entendí por qué mi amigo irlandés quería verla.
La película está situada en Boston, en el ambiente de los muchachitos irlandeses que terminan metiéndose a la policía de la ciudad. Y del crimen organizado que reclutaba en las mismas familias que la policía. Lo que más me impactó es que el protagonista es un policía bostoniano de apellido Sullivan. Lo que me trajo a la cabeza instantáneamente a mi amigo Mr. Sullivan. Pensé en que mi amigo salió escapando de Boston para no ser uno más de la linea de policias irlandeses de Boston que terminan alcohólicos.
Y que hijos de puta que son los irlandeses que muestran en la película, si no terminaba alcohólico terminaba con una bala en la cabeza. En fin, me encantaría saber donde está metido este señor tan escurridizo que es mi amigo Sullivan.
 
Friday, October 06, 2006
  Nuevos posts en El Otro Blog del Huracán
Agregué nueve posts en EL OTRO BLOG DEL HURACAN con lo que sigue la reconstitución del blog perdido. Los nuevos posts recuperados cubren temas desde sexo con africanos y curas hasta flirteos con hombres armados, pasando por arranques heterosexuales y reflexiones tanto de las profundas como de las light. Fue impactante releer lo que escribí hace más de un año, no sólo por el contenido, también porque me hizo tomar conciencia de todo lo que ha cambiado en mi vida en los últimos dos años. Y a la vez como todo sigue más o menos igual, solo que el elefante está cada vez más a la vista y ya me a costumbré a caminar con él por la vida. De hecho cada día lo disfruto más. Leyendo los posts de enero del año pasado me da la impresión que estaba levemente deprimido en esa época, y veo que hoy ya no estoy apesadumbrado y me siento feliz. No ha sido malo sacar al elefante a pasear por la calle. Todavía me quedan partes donde le vuelvo a poner la pintura invisible, pero no me complica.
Como dicen que todo hombre straight tiene su lado femenino, más o menos desarrollado, yo me doy cuenta que tengo mi lado hetero también. Y me gusta.
 

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