Brokeback Mountain
Hoy está en huelga el sindicato de trabajadores del transporte de la ciudad de Nueva York. Es decir, no hay buses ni funciona el metro en la ciudad. Hay un tráfico espantoso y los taxis se han vuelto colectivos que cuestan el doble de lo normal. Hace como veinticinco años que no había una de estas huelgas.
Fue por eso que casi cancelo la ida a ver Brokeback Mountain. Las entradas que compró mi amigo John para ir a verla eran para el multicine que hay en la 23 con la 8ª, harto lejos para mi. Pensé que no iba a llegar, pero como no me quería quedar con las ganas de verla, me subi a un taxi que terminó bastante lñleno antes de llegar a la 23 con Lexington. Y desde ahí caminando con 5 grados bajo cero hasta la 8ª.
La película me dejó triste, hecho pedazos. Es una historia de amor, arrebatadora, fuerte y muy real. No tiene adornos, es como es. Una historia que me resultó tan familiar que en el medio de la película me sentí transportado diez años atrás, cuando pasé por cosas parecidas, sensaciones de las mismas. De esas sensaciones que no se si se pueden explicar, y que creo que no fue intención del director que brotaran esas en el público. Es una historia que me toca muy de cerca. Contuve las lágrimas con dificultad.
Estoy seguro que vamos a ser muchos los que encontremos que esta historia de amor recoge algo de nuestras vidas. Algo que nunca habíamos visto retratado en el cine, y que verlo de esta forma causa a la vez una enorme alegría y un dolor desgarrador. Tristemente son las vidas que hemos vivido los que nos criamos en mundos represivos como los del oeste norteamericano de los 60 y 70. O como el Chile de los 70 y 80. No es tan cercano para el gay urbano del 2000, hay cosas que no los va a tocar de la misma manera.
Y las mujeres. Se que a mi mujer le va a tocar de una manera especial. Y le va a traer recuerdos dolorosos. Pero la fortaleza de las mujeres que se encuentran en esa situación es admirable, como puede ser profundo su dolor. La esposa de Ennis Delmar es un tronco de mujer.
En mi vida fui yo el que dijo no a irse al ranchito a las montañas, fui yo el que se quiso conformar con las salidas a pescar cada tanto. Pero también me queda el recuerdo de que alguna vez amé de la misma manera.
La verdad es que me dejó hecho bolsa la película. Anecdóticamente, me enterneció una pareja de analistas financieros de veintitantos que estaban sentados en los asientos justo adelante del mío. Atractivos los dos, productos de otra sociedad, vieviendo en el ghetto gay desde donde esta película les parece como las matanzas de la 2ª Guerra me parecían a mi. Historia antigua, de la época de mis papás. Estaban hablando de acciones y utilidades antes de que apagaran la luz, chequeando mail en su Blackberry. Pero cuando comenzó la película se abrazaron y se fueron acaramelando más y más a medida que la película entraba en cuestión. Verlos besarse cuando se me salían las lágrimas y prendían la luz al final me subió el ánimo como para poder pararme de la silla.
La música. Espectacular. Voy a comprarla mañana.
Y Heath Ledger está de comérselo.