Café cortado
La moda de los blogs parece estar pasando, o tal vez es que el mío cada día le interesa a menos gente. Mucha gente ha dejado de mantener los suyos, o ha decidido cambiarle de dirección y personalidad. Me paseo por la blogósfera y me siento menos conectado con lo que se escribe. Igual voy a seguir escribiendo.
Ayer estaba en el Starbucks allá abajo en el pueblito que hay en este lugar de vacaciones, Con mi hijo y mi mujer. Ambos saben por dónde vienen los tiros, y aunque no lo hablemos, es algo que está presente siempre, de una u otra forma. Mientras tomaba mi café después de un día intenso de esquí, mi hijo me vio mirando hacia la cola de gente que esperaba comprar café. Me quedó mirando y me dijo “¿Qué miras?”. “Nada… “ le respondí, sorprendido. “Bueno, entiendo que mires, está bien bonito…” . Me corté entero, es cierto que estaba mirando lo más disimuladamente posible a un tremendo espécimen masculino que estaba parado en la cola. Traté de decir que estaba mirando otra cosa, pero se notó que no lo convencí. Me columpió un rato y después me dejo tranquilo, al verme tan cortado.
No se por qué me corté, si él hace tiempo que sabe, tal vez no me acostumbro a que me lo comente. Eso muestra que no estoy totalmente preparado para contarle la firme al resto de mis hijos. Su madre tampoco quiere que se los diga. No tengo claro por qué, supongo que intuye que no sería tan fácil de manejar por parte de ellos. O tal vez que ese es el último amarre a tierra que tengo. Después de eso quedo con las amarras sueltas y listo para emprender otros rumbos. Quiero hacerlo, emprender otros rumbos.
Me doy cuenta que en este momento estoy en una especie de limbo, ni chicha ni limonada, y por una vez con pocas de las ventajas de estar en ambos mundos. Hay que dar un paso más y no sé cual es.
Ayer estuve reflexionando, y llegué a pensar que estoy deprimido. No lo sé. Puede ser que lo esté. Tendré que aguantármela y seguir buscando el camino. Necesito cortar amarras, necesito reconstruirme. Me gustaría no hacerlo sólo.