Historias de un Huracan sin rumbo
Friday, February 03, 2006
  Lago helado
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Hace diez años estuve de vacaciones con mi familia en el sur de Chile a fines de diciembre. Una vacación frustrante, tensa, habíamos hablado de que yo volvería pronto a Estados Unidos, donde vivíamos, y no me iba a quedar la segunda semana con ellos. Después de pasar un año nuevo en familia, tomé un vuelo a Dallas y desde allí conecté a Reno, Nevada, donde esperé por una hora a que llegara un vuelo que venía de San Francisco. Afuera estaba helado, se hizo tarde y cuando por fin llegó el avión que esperaba quedaba poca luz. Steve se bajó del avión con un sweater de tonos perfectos, ocres, anaranjados suaves, colores de la tierra. Un chaquetón azul de paño grueso. Perfecto, como siempre, con su ropa elegida cuidadosamente, nada fuera de lugar, perfectamente planchada. El pelo cortado a la perfección, bien afeitado, la cara con esa sonrisa de galán que me hacía temblar las rodillas. Nos abrazamos fuerte, hacía tiempo que no nos veíamos, él viviendo en Japón, yo en Nueva York. Aprovechamos que estaba visitando a su familia en los suburbios de San Francisco para planear unos días juntos en Lake Tahoe.

Muy a lo Brokeback Mountain, ya llevábamos algunos años viéndonos un par de veces al año. No íbamos a pescar como Jack Twist y Ennis del Mar, simplemente cuando coincidíamos en la misma parte del mundo nos veíamos en alguna parte. No teníamos una montaña donde ir, simplemente tomábamos lo que podíamos. En esta ocasión era un lujo poder juntarnos y pasar varios días juntos esquiando.

Salimos del aeropuerto y partimos en un auto arrendado hacia el sur de la ciudad, por la planicie oscura al comienzo, para después subir la montaña hacia el lago que se encuentra como a 2000 m. de altura. Encontramos el condominio donde había arrendado un departamento y nos instalamos para pasar esos días que queríamos que fueran perfectos. Hicimos el amor esa noche como no lo habíamos hecho en mucho tiempo, fue muy romántico, en las alturas de esa montaña entre los bosques de pino, al calor de la chimenea. Nos queríamos mucho. Esquíamos al día siguiente, con paciencia le enseñé a Steve, que era un esquiador con poca experiencia. Tuve que reprimir mi locura normal sobre la nieve, y esquié lentamente, acompañándolo, enseñándole, me daba gusto estar con él todo el día.

La estadía fue corta, pocos días, pero muy significativa en nuestra patética relación. Recuerdo que bajamos al lago, y nos fuimos a una playa helada a conversar. Nos sentamos sobre un tronco allí y enfrentamos las realidades. Yo estaba casado, con hijos chicos que me querían tener en casa, Steve me dijo que conociéndome jamás iba a dejar a mis hijos y ser feliz. Yo lo ponía en duda, pero en el fondo sabía que lo que el decía era cierto, al menos en esa etapa de mi vida. Por otra parte él estaba desarrollando una carrera en la banca de inversión en Asia, y había empezado una relación con una mujer japonesa en Tokio. No tenía la menor intención de trasladarse a Nueva York si eso implicaba descarrilar su carrera. Concluímos con pena que esos polvos en las alturas era lo que íbamos a tener y que teníamos que sacarle el máximo de provecho. Hubo un poco de rabia y resentimiento, no fue una conversación fácil. Creo que si yo hubiera tenido flexibilidad, y Steve me hubiera creído que era capaz de dejar a mi familia, las cosas hubieran sido diferentes. Tokio no hubiera sido tan importante y juntos hubiésemos definido como avanzar su carrera en Nueva York. Pero no fue. Y ventilamos los trapos sucios de nuestra relación, como cualquier pareja, los errores, los mal entendidos. Lloramos un poco ahí con el viento helado del lago pegándonos en la cara.

Nos despedimos en el aeropuerto tal como nos habíamos encontrado, sólo que esta vez la alegría infinita se había convertido en pena infinita.

Vine con mi familia a este mismo lugar. Me trae recuerdos dolorosos, no se por qué acepté venir aquí, más aún con la familia. El lago sigue igual, el restaurante donde comimos un día, los edificios de departamentos escondidos en el bosque de pinos. Hoy si tuviera esa conversación en el lago, creo que otro gallo cantaría, pero sólo porque han pasado diez años y ya mis hijos están grandes.

Hace una semana me llamó Steve para decirme que se viene a vivir a Boston. Que abandona su carrera en banca y se va a lanzar en un negocio con un amigo. Boston, a tiro de piedra de NYC, me dijo, que esperaba verme. No mencionó a su actual pareja con quién tiene una relación a la distancia. Llevaba días tratando de ubicarme por e-mail para decirme que se venía a USA. Creo que dejó la pelota dando botes. No se si la debiera tomar, estoy un poco viejo para ese juego.

Voy a llevar a mis hijos a ver Brokeback Mountain allá abajo en el Horizon Cinema, espero que no me pregunten por qué escogí esa película. Tengo un lago en el corazón.
 
Comments:
Hola
He leído con mucha detención tu post, pues estoy en un situación algo parecida en mi vida, entre tomar un camino u otro. Creo que tu relato refleja perfectamente tu estado ... un lago en el corazón ... siento lo mismo ahora.

En Chile, la bendita película (Secreto de la Montaña)se estrena recién el 25 de febrero, por lo que nos faltan sus buenos días para verla, de todas formas la expectativa es grande.

Como siempre es un agrado leer tu vida.
POLO
 
Que no se congele el lago. Por qué no tomar la pelota?

Creo que estás en un momento en que tienes que empezar a tomar decisiones pensando más en tí.

Un abrazo.
 
Apoyo a don Sinister, puede que seas de otra generación, sin embargo eso no quita el derecho a vivir en plenitud lo que sientes y quieres. Ya es hora, no sé si es ese el camino, el hombre desde japón, pero si una oportunidad.

Slds
 
Sorry, se me había pasado este post y no lo caché si no fuera por el comentario de don J en el anterior... se me apretó todo al leerte, sé que dar consejos no corresponde del todo, pero creo que llega un momento en que los sacrificios ya han dejado de ser necesarios, donde los involucrados pueden tener la capacidad de manejar las cosas y no es egoísta querer desarrollarse, amar y ser feliz por lo que uno quiere, es y necesita.
Saludos
 
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