Daddies
Aunque pensaba esperar a tener las fotos para escribir sobre el desfile, mejor empiezo a hacerlo ahora porque no me voy a encontrar con las fotos hasta el martes de la próxima semana. Y no quiero olvidarme de lo que fue ese desfile antes de escribirlo en este blog.
Una vez asumida mi calidad de espectador y no de participante, partí con Eduardo a ver el desfile por la Quinta avenida, paseándonos entre turistas curiosos, algunos gays portando banderitas multicolores y policías que debían mantener el orden en un desfile que no tenía por dónde desordenarse. Ni siquiera frente a la catedral de San Patricio había algún intento de desorden, y la policía la tenía totalmente protegida con barreras a través de las cuales solo pasaban los que iban a misa. No hubo enfrentamiento esta vez, parece que eso era un asunto de otros tiempos y de otro arzobispo.
Es cierto que la iglesia tiene una posición dura contra los homosexuales, no me atrevo a citarla para no distorsionarla, pero como me llega a mí el mensaje es que se acepta que existimos, pero estamos equivocados, o mejor dicho somos una equivocación, y por lo tanto debemos abstenernos de nuestra naturaleza equivocada y practicar la abstinencia sexual. No es malo ser homosexual, en eso la iglesia es muy comprensiva, pide a los católicos ser comprensivos también. Lo malo está en practicar la homosexualidad, es decir no es malo serlo mientras uno se niegue y sea asexuado. Inconsistente con tanta “comprensión” por parte de nuestra santa madre iglesia, ahora también es intolerable que ingresemos a sus seminarios, que quedarán aún mas vacíos. Y las parejas homosexuales también son una equivocación y es malo formar pareja para pretender tener una relación estable y reconocida que eventualmente pueda contribuir a criar a la siguiente generación. Especialmente esto último sería lo peor, pretender hacer lo que la naturaleza le encargó a las parejas heterosexuales.
Por eso la iglesia se opone frontalmente al reconocimiento legal de las parejas gays y al matrimonio gay. Me queda claro que lo que quieren para nosotros es abstinencia sexual y soledad. Lo mismo que le piden a los curas (ergo, profesión ideal para un gay católico obediente sería ser sacerdote, ya que tendría igual que ser célibe). Pero como sabemos que el celibato sacerdotal no lo cumplen ni los curas, porque es contrario a la naturaleza humana, no me queda claro cual es la opción realista que recomienda la santa madre, si acaso lo que recomienda la iglesia es ser promiscuo y evitar conformar una pareja estable, que naturalmente lleva a querer tener reconocimiento social de ese compromiso y también querer formar una familia. Pero también critican la promiscuidad. O sea, uno concluye que nos piden no existir.
Pero existimos, y considerando que no había nada especialmente interesante que ver en la 5ª Avenida, Eduardo y yo decidimos emigrar hacia el Downtown, a tierras más gay friendly que los alrededores de la catedral. Nos bajamos en la estación de Astor Place, para caminar hasta la 5ª donde el desfile se desvía hacia el oeste, para terminar en Christopher Street, la histórica calle central del antiguo ghetto gay de New York.
Lo primero que me llamó la atención al salir de la estación del subway fue la enorme cantidad y diversidad de gente que circulaba por los alrededores de NYU. Y lo segundo, una pareja de hombres treintones, atractivos, en pinta relajada de fin de semana que paseaban en un cochecito a su hijito de meses. Justo ahí se detuvieron y uno de ellos sacó la mamadera para darle al bebé, con un pañal en la mano por esa mala costumbre que tienen los bebés de vomitar en la ropa de sus padres cuando los alimentan. O de babear quesillo... ¡Que recuerdos me trajo! Claro, yo hice eso mismo muchas veces cuando mis hijos tenían meses. Con la misma paciencia que estos padres gay. Y seguro yo tenía la misma cara de falta de sueño acumulada que tenían estos dos, y el mismo brillo de orgullo de padre en los ojos. Orgullo un poco defensivo en el caso de ellos, porque a diferencia de mi caso, mucha gente los mira aun con alguna cara rara solo porque son gays, por buenos padres que sean. No así cuando estás en pareja heterosexual, en que todo el mundo te aplaude y felicita por el solo hecho de ser padre, independientemente de si eres buen padre o no.
Me alegró ver esa pareja y después en el desfile ver a varias familias de parejas del mismo sexo desfilando con sus hijos, empujando cochecitos. No es fácil y no es algo que le recomiende a todas las parejas gay, por el contrario, sólo lo deberían intentar los que realmente sienten la necesidad vital de ser padres y además están dispuestos al enorme sacrificio que es asumir esa responsabilidad.
Se alargó esto, sigo cuando tenga las fotos...
Seguimos caminando y por ahí por la 6ª Avenida, después de ver pasar un gran número de grupos de lesbianas de distintas razas con pancartas anti-discriminación, decidimos almorzar. Por el camino me metí en un Supercuts y me di un corte de pelo de emergencia que resultó muy bien cortado. A manos de un guapísimo y coqueto peluquero originario de algun país e medio oriente. Entramos a Pizzería Uno, a comer rápido para no perdernos mucho del desfile. Pero no resultó, la pizzería estaba llena de policías almorzando y demoramos más de lo que hubiésemos querido. De todas manera faltaba mucho para que llegara la cola del desfile, donde venían los equipos deportivos y mis amigotes.
Nos metimos por Christopher, y nos instalamos cerca de la 7ª Avenida, entre una multitud de todos los colores imaginables. Poco a poco nos hicimos un lugar en primera fila junto a unas lesbianas negras enormes. Y empecé a sacar fotos en serio, a aplaudir a los carros que pasaban y recolectar literatura que distribuían desde los distintos carros alegóricos. Pasaron varios carros de marcas como Starbucks, Absolut, canales de TV, etc., etc. Como que e repente se sentía que el desfile era demasiado mainstream. Pero la verdad es qe sin auspicios no hay plata y sin plata no hay desfile. O sería mucho mas aburrido.
No se de dónde sacan tantos jóvenes guapos y musculosos para poner decenas de ellos en cada carro alegórico. Pero cuando pasó el carro de la comunidad gay de origen en las islaz del pacífico casi perdí la compostura. Un bailarín alto, con aspecto polinésico se sintió tocado por mi interés en fotografiarlo y me dedicó una sonrisa tras otra, además de unas contorsiones de esas que sólo los polinésicos hacen tan bien, tremendamente sexuales, pero a la vez con la inocencia y naturalidad de las islas del pacífico sur. Me inspiró subirme al carro a pedirle el teléfono, y hacer el soberano ridículo frente a todo la multitud. Por suerte me salvó Pablillous, que me llamó por teléfono para decirme que venía llegando de Miami, y que no tenía idea que era el día del desfile.