Durmiendo con el enemigo
Imaginemos que ya no estoy en New York, sino que en Santiago de Chile. Que soy esos quince años menor que tenía ganas de ser en mi último post. Cuando conocí a Chris en Therapy. Y que Chris se llama Gerardo, es chileno y tiene unos 22 años.
Gerardo es un muchacho maravilloso, inteligente, maduro, pero con esa energía de un joven de su edad que me la transmite y me emociona cuando toda me la dedica a mí. Es además guapísimo, alto, de ojos verdes, pelo castaño claro y un cuerpazo que desarrolló como deportista destacado del exclusivo colegio católico privado donde estudió. Se viste como un príncipe, y maneja un auto deportivo de lujo que le regalaron sus padres. Después de todo, Gerardo es el orgullo de la familia, el menor y único hijo hombre, estudiante destacado de la Escuela de Derecho de la Universidad Católica, responsable, atractivo, lleno de vida. A los ojos de sus padres se merece todo lo que le dan y es el continuador del apellido familiar.
Hace meses que estamos viéndonos, y nos vemos seguido, salimos a comer, vamos alas discos, hasta hemos ido a la playa por varios días ya un número de veces y hace poco nos fuimos a esquiar por el fin de semana. Yo estoy enamorado y con una sensación que nunca antes había sentido de estar con alguien que lo es todo para mí, que siento que puedo construir una vida con él. Y el me ha demostrado que siente algo parecido, tiene una dedicación total conmigo, me hace sentir el centro de su mundo. Como yo vivo sólo y mi departamento no está lejos de su casa, hemos tenido innumerables tardes juntos, sexo sublime, a veces creo que hemos alcanzado la complementación perfecta. Gerardo no es un pajarito nuevo en esto, no lo conocí virgen, pero juntos hemos llegado a un nivel que ninguno de los dos conocía. Hace un tiempo decidimos testearnos y ya que los dos somos hiv negativos y somos fieles el uno al otro, dejamos el latex de lado.
Nuestra relación ha ido alcanzando un nivel que me hace sentir que si se puede ser feliz en esta tierra, y he soñado con que Gerardo termine su carrera y podamos vivir juntos. Poco a poco él esta dejando de lado la paranoia que tenía. Todavía me presenta como su primo a conocidos que encontramos cuando andamos juntos, especialemente cuando se trata de sus compañeros de colegio. Y cuando vamos a la Bunker usa un nombre que no es el suyo y a todos les dice que estudia publicidad. Pero últimamente había estado más relajado.
No es que Gerardo no esté cómodo con ser gay. Hace rato que lo sabe, que lo asumió y que lo está viviendo. Y más intensamente desde que estamos juntos. Pero hay que entender que viene de un medio de clase alta católica en el que ser gay se considera una desviación que generalmente le pasa a otros y que en todo caso hay que superar y no aceptar. Su familia es de esas que tienen dudas si acaso dejar a los hijos hacer un post-grado en el extranjero, no vaya a ser que les metan ideas raras. Como le pasó a Pablo Simonetti.
Sus padres piensan no se puede aceptar las inmoralidades e ideas raras que tienen los gringos y para que decir los europeos que hasta a España la han degenerado. Si ya la iglesia española no pesa nada, los socialistas ahora dejan que los maricones se casen. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Es un ataque frontal a la familia, una forma de socavar a la sociedad para destruirla y rehacer todo a gusto de los socialistas. Los padres de Gerardo han formado lo que ellos llaman una familia bien constituida, como Dios manda, y están confiados en que de una familia así salen pilares de la sociedad que van a ser capaces de enfrentar todo este acoso manteniendo sus valors intactos. Pero piensan que no por eso hay que exponerlos demasiado mandándolos a vivir al extranjero, al menos no mientras no se hayan casado. Piensan que Gerardo no pololea porque todavía es joven, además pero sale mucho con amigas y bueno, tiene mucho trabajo en la universidad para poder mantener un pololeo como se debe. Nunca tiene tiempo libre, estudia muchisimo y los trabajos que tiene que hacer a veces le toman toda la noche.
Hace un poco mas de dos semanas cumplimos seis meses juntos. Se me ocurrió regalarle un caballito de madera en miniatura antiguo que encontré en una tienda de Providencia. A Gerardo le fascinan los caballos y los monta con una destreza impresionante. Aprendió a cabalgar en el campo de sus padres, y después tomó clases de equitación por varios años allá arriba en La Dehesa, en el Club Internacional. He visto sus fotos saltando y con esas botas que lo hacen verse guapísimo. También veo como cada vez que ve un caballo bonito los ojos le brillan.
Le escribí una tarjeta en que resumí lo que siento por él. Como si se pudiera expresar en palabras. Hice lo que pude, quise decirle lo que él significa para mí en este momento de mi vida. Lo feliz que me hace. Los ojos se le lenaron de lágrimas cuando la leyó, y me agradeció de todo corazón. Se le nubló la mente. Ese fue mi gran error
Pasaron cinco días que no oí de él, empecé a pensar que sí es cierto esto del trabajo excesivo en la universidad, que ya no tiene tiempo ni siquiera para mí. Ni siquiera me contestaba el celular. Pensé que de nuevo lo habría perdido.
Hace diez días que el mundo se derrumbó a mi alrededor. Llegué a mi casa como a las 7 de la tarde después de pasar a tomar un café al Starbucks de Isidora. Preocupado por Gerardo y su desaparición. Sonó el teléfono y tuve un mal presentimiento, claro, casi nadie me llama al teléfono de la casa, todo el muno tiene mi celular. Era una mujer, con voz de cuica, que muy seria me pregunto si era yo, por mi nombre completo. Le dije que si, que con quién hablaba yo. “Soy la hermana mayor de Gerardo”, anunció. “Entiendo que eres el homosexual mayor con el que estuvo enredado”, me dijo. Mierda, homosexual mayor, primera vez que alguien se refirió a mi en esos términos, en un tono que sonó a enfermo mental o corruptor de menores. No supe que contestarle. Y ella siguió hablando, “Quiero que sepas que sabemos todo porque encontramos tu tarjetita, y que lo estamos apoyando y ayudando para que vuelva a enrielarse en vez de estropear su vida siguiendo el camino por el que lo has tratado de llevar. Y por eso mismo te pedimos que por respeto no lo llames ni lo sigas persiguiendo para que pueda concentrarse en enrielar su vida correctamente. Da gracias que no queremos amargarle la vida a los papás, por lo que con mis hermanos decidimos no contarles nada y resolver esto calladamente. De otra forma, esto no quedaría así no más”. No estaba preparado para oir algo así. Me sentí violentado, como una patada en el estómago, el mundo me daba vueltas. Le traté de decir que Gerardo era lo mejor que me había pasado en la vida, que lo quiero, que se me haría difícil vivir sin él. Que yo no lo había buscado, que el me buscó a mi, y que estaba feliz de que hubiera ocurrido. Que el más maduro en nuestra relación es él. Que en lo sexual me enseñó varias cosas porque tiene más experiencia que yo. Pero no me salió palabra. Me dijo que su pololo pasaría a mi departamento a buscar la raqueta de tenis y las zapatillas que Gerardo tenía ahí. Que a que hora iba. Recién ahí atiné a contestarle, era una pregunta fácil. Lo demás que quería decirle se me quedó pegado en la garganta.
Y no, no me ha pasado una cosa así, pero si, estas cosas pasan aún en el 2006...