Elecciones, gays y terrorismo Para la tranquilidad de mi amigo canadiense que pensaba que el mundo se iba a acabar con Bush, que Estados Unidos se iba a convertir en el infierno para parejas como él y que se iba a convertir en una teocracia manejada por los conservadores evangélicos, las elecciones de mid-term le dieron una patada en el culo al señor Bush. Le quitaron a los republicanos el control del congreso, que es lo que tenía aterrado a mi amigo, porque podrían pasar cualquier ley que les diera la gana. Por mucho que le traté de explicar que las cosas no son blanco o negro, que hay muchos republicanos que son bien decentes y para nada extremistas, y que tambien hay demócratas que son conservadores. Pero no, a él no había caso de explicarle nada. Tiene demonizados a los republicanos, está seguro que si pudieran pasarían una ley que les permita venir a media noche a arrancarle a su marido de la cama y llevárselo para ser torturado y castigado por crímenes contra la naturaleza y la ley divina.

La realidad es otra, “it's the war, stupid!”. La elección la ganaron los demócratas por Irak, por la tozudez de Bush de mantener a Rumsfeld como Ministro de Defensa, y la de Rumsfeld de no escuchar a los generales. Irak se ha convertido en una situación medio inmanejable, que le está costando muchas vidas a los gringos, y de la cuál no se vislumbra una salida clara. La gente se aburrió de creer en la amenaza terrorista y de que los asusten a cada rato para que mantengan en el poder a los republicanos.

Curioso que siempre la respuesta favorable a Bush por los sustos terroristas vino de los que no han visto ni han sufrido ningún ataque, al contrario, los que le creían a Bush eran los del interior, los que no distinguen entre Irak y Egipto, o entre Osama y los líderes Shiitas. Los que ven un turbante como sinónimo de terrorismo, y piensan en que la única manera de relacionarse con el resto del mundo es con mano dura. Es el gringo del interior, que no sabe de diversidad, medio ignorante, ingenuo y miedoso de lo diferente.

El gringo que nunca vio terrorismo, excepto en la televisión, vive aterrado por las arengas y campañas del terror que hacen los republicanos, campaña que dice básicamente que si no se elige a los republicanos la seguridad del país va a sufrir, que van a ser más vulnerables al terrorismo, y que lo que se ha hecho con la invasión de Irak era necesario para que no vengan a poner bombas en este país.

Pero el neoyorquino, que fue la víctima directa del atentado del 11 de septiembre, no se la cree. No vota por los republicanos, y consistentemente vota por los demócratas. Porque no le cree a quién dice que a patadas va a resolver el problema del terrorismo y que todo el asunto no tiene nada que ver con el petróleo. Porque el neoyorquino vive con señores con turbantes por toda la ciudad, porque enfrenta a diario una diversidad humana que le hace imposible poner a toda una raza o una religión en una categoría. Porque a pesar de la dureza de la vida diaria, se da cuenta que podemos vivir todos juntos si nos miramos por lo que cada uno somos y no por la categoría en que nuestros prejuicios nos pondrían. Porque tiene vecinos gays y convive con ellos, y se da cuenta que tener gays abiertos y felices viviendo integrados con el resto de la sociedad no conduce a la perdición que le anuncian los evangélicos, sino que enriquece a la sociedad.

El terror no funcionó esta vez, la guerra les quitó el poder a los republicanos, pero la campaña anti-gay siguió progresando en algunos estados del interior. Junto con la elección se hicieron consultas en varios estados para definir en esos estados que el matrimonio es sólo entre un hombre y una mujer, y que por lo tanto no se puede aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y todas fueron aprobadas excepto Arizona. ¡Bien Arizona! Y eso lo promovieron grupos conservadores evangélicos, los que tienen un odio parido por los gays, por mucho que después sus líderes aparezcan siendo gays en el closet, como ese pastor Ted Haggard, acerca de quién salió un escort anunciando que hacía años que le pagaba mensualmente para tener sexo con él. Porque el propio escort encontró que era demasiada la hipocresía de quién en público atacaba a los gays y en privado “pecaba” pagándole a un hombre por sexo.

Reconozco a Haggard lo encuentro guapísimo, y lamento que haya sido criado en ese medio que lo tiene que haber tenido odiándose toda la vida por ser pecador. Me resulta familiar el tema, y también lamento que no haya tenido un vuelco más definitivo en su vida con este episodio. Pudo haberse reconocido gay, y ya. Pero no, se reconoce pecador, y dice que va a rezar, pide perdón por lo que hizo. Que pena, tener que andar pidiendo perdón por ser como Dios te hizo no me parece muy apropiado y es un pésimo mensaje, casi tan malo como el mensaje de odio. Creo que fue este señor el que hizo un comentario acerca de la marcha del orgullo gay que fue del tenor siguiente, “es como si hubiera una marcha del orgullo de los asesinos”. ¿Qué puede haber tenido en la cabeza cuando le encargaba crystal meth a su escort para drogarse mientras tenía sexo con él?¿Cómo reconciliaba eso con después pararse frente a multitudes a decirles que ser gay es malvado, y condenar a los que quisieran ver legalizado el matrimonio gay?

Otro que cayó justo antes de ésta elección fue un diputado republicano representante de Florida en el congreso, Mark Foley. Su fama proviene de que le mando emails y tuvo chats con contenido sexual con los jovencitos “pages” del congreso. Los pages son estudiantes de colegio, de tercero medio, que hacen una pasantía trabajando como “juniors” para los diputados y senadores del congreso de Estados Unidos. No es que sean niñitos, son adolescentes de al menos dieciséis años, en realidad muchos cerca de 18 y hasta mayores. Es un honor trabajar en el congreso y vienen de muchas partes del país en un proceso de selección riguroso. El representante Foley resultó ser un gay en el closet, miembro del partido republicano, que violó la delicada confianza que debe existir entre un congresista y sus pages. Y ha sido fuertemente criticado por eso. Los demócratas lo critican por ser hipócrita y por la violación a la confianza, no por ser gay. Es la visión de muchos republicanos conservadores, lo más malo de lo que pasó es que es gay, no la violación de confianza. Una pena, este tampoco se reconoce gay y sigue adelante, otro que se odia a si mismo por ser como es, y en vez de soltarse las trenzas y vivir la vida, parecen prometer que no lo van a volver a hacer, como si alguien les fuera a creer. Como no me creía ni yo mismo cuando después de las primeras veces que tuve sexo con otro hombre me sentía tan culpable que me prometía jamás volver a hacerlo. Promesas que duraban cada vez menos hasta que un dia dejé de odiarme por ser lo que soy decidí que las cosas son como son y al que le gusta bien, y al que no, no. No se lo ando anunciando a nadie, pero si alguien me pregunta y lo quiere saber, pues que lo sepa. Y no me da sentimiento de culpa ser como soy.

El gobernador de New Jersey, James Mc Greevey, un guapísimo político demócrata, salió violentamente del closet hace dos años y renunció a su cargo ante posibles amenazas de denuncia y chantaje de su amante, un israelí al que él había puesto a cargo de la seguridad de New Jersey. Casado en segundas nupcias al momento de su renuncia, se divorció y se fue a vivir solo. Escribió un libro y anda por el circuito gay firmando libros, y según cuenta el rumor urbano, ya está emparejado con un exitoso empresario de New Jersey. Bueno, que lástima, eso me lo contaron la semana pasada, lo que me hace quitarlo de la lista de prospectos que me estoy armando. Al menos el escándalo de McGreevey le sirvió para cambiar de vida y salir de una buena vez del closet. Lo hizo muy bien dese el punto de vista político. Desde mi punto de vista lo peor que hizo, al menos en el ámbito público, fue financiarse un amante con fondos públicos, dándole un cargo para el cuál el amante no estaba calificado. Aparte de ser un guapo ex militar israelí, no tenía ninguna calificación para el cargo que le dieron. Pero McGreevey lo presento como un drama personal y renunció diciendo “I’m a gay american”. No pudo decir “I’m gay”, tuvo que hacerlo de la manera que sonara más políticamente correcta e hiciera más heroica su salida del closet, sirviendo de cortina de humo al hecho de haber defraudado las arcas fiscales con esa peguita para el amante. Por que ser gay no es razón para renunciar, y engañar a la mujer tampoco. Pero dijo que renunciaba por eso, por ser gay y por las circunstancias de su affair extramatrimonial, que le podían afectar su capacidad para gobernar, es decir que el ex-amante lo iba extorsionar o demandar. Y los sueldos fiscales que le pagó al amante pasaron piolita. Bueno, esa es un salida de closet de un demócrata… Como vemos, nadie es perfecto, pero yo a McGreevey le perdonaría cualquier cosa.

Volviendo al tema de las elecciones, Bush se tendrá que poner de acuerdo con los demócratas para gobernar ahora. Le va a costar, pero sabe que lo tiene que hacer. No se van a resolver los problemas de un día para otro, ni tampoco por ser demócratas va a haber una transformación social que haga sentirse a sus anchas a mi amigo canadiense, de hecho, hay muchos demócratas conservadores que fueron elegidos que son poco afines a la agenda gay. Nada es una panacea, pero eso si, la ola viene de vuelta. Y si en algún momento sentimos que la belicosidad, creciente autoritarismo y odiosidad interna que estaba trayendo Bush amparado en las secuelas del 11 de septiembre iban a cambiar a este país en sus bases fundamentales de libertad y tolerancia, ya parece que la cosa está cambiando, y vemos que esta democracia de alguna manera auto corrige sus propios excesos y trae el péndulo de vuelta. Ya no siento que cada día vamos a ir perdiendo derechos y que va a ir aumentando el miedo. El pueblo norteamericano tiene la capacidad de darse cuenta cuando sus autoridades creen haberle visto las pelotas. Ahora, lo de Irak, no se resuelve con esto, y es un forro gigantsco.  ¶ 11:12 PM