Vacas
No sé si el fin de semana anduvo bien o mal. Lo pasé muy bien, el esquí espectacular, la compañía, entretenida. Esquiamos, comimos rico, nos reímos y nunca nos sentimos incómodos ni lateados. Pero mis expectativas no se cumplieron. Sigue viendo a la vaca y poniéndose a llorar, y aunque por lo menos se atreve a acercarse al potrero y verla de lejos y creo que le va a costar mucho poder superar el trauma. Hablamos largo sobre el pasado y la incapacidad que he tenido para darle el lugar correcto en mi vida. Me lo dijo así, tal cual. Que siempre esperó mucho más de mí que lo que le di. Y que eso lo pone en una categoría de juguete, diversión, pero nada más. Y para eso prefiere ser un buen amigo, porque así por lo menos sabe qué lugar tiene en el esquema de las cosas.
Fue duro oírlo, y también entender que su percepción de lo que yo he hecho en el pasado es bastante peor de cómo yo quisiera presentarla. Por ahí me dijo que me quiere, y que una vez estuvo profundamente enamorado de mí. Le pregunté cuando dejó de estarlo. Y me dijo “No sé”. No quise preguntar más.
Llegamos de vuelta a New York, y el siguió a tomar su vuelo a Boston, Nos dimos un abrazo apurados en el pasillo de conexiones y quedamos de seguir yendo a esquiar juntos. A ver si se le quita el miedo a la vaca, o si la vaca aprende a mostrar mejor su lado bueno.