Historias de un Huracan sin rumbo
Monday, April 21, 2008
  Llanto a mares y niños perdidos
Soy un llorón cinematográfico. No me cuesta nada llorar con las películas, lo que contradice mi fama de duro, la fama de ser insensible o implacable a veces. No se por qué, pero es así, en el medio de una película romántica o triste las emociones se me desatan y las lágrimas empiezan a correr a veces discretamente, a veces de una forma embarazosamente copiosa. Me da un poco de vergüenza, pero no lo puedo controlar. Trato de restregarme los ojos para parecer luchando con el sueño, pero en definitiva, tengo que recoger las lágrimas que siento chorrear por mis mejillas, y ese movimiento de la mano cuesta disimularlo. Además me da la impresión de que las lágrimas sobre las mejillas brillan y las ve todo el mundo, aún en un teatro oscuro. Peor cuando veo películas en los aviones, donde a veces no está oscuro y todos los pasajeros a mi alrededor se dan cuenta que estoy llorando a moco tendido. No se por qué me complico tanto, ya que expresar emociones no debería ser motivo de vergüenza. Tal vez porque no soy muy bueno para expresar mis emociones de otra forma. No soy de llorar mucho en la vida real. Lloré mucho cuando era niño, porque me sentía fuera de lugar, solo, golpeado. Dejé de llorar en la adolescencia cuando me dijeron que tenía que asumir responsabilidades de hombre grande, que no me correspondían, pero que dadas las circunstancias familiares, no había otra. Desde allí me ha sido más fácil llorar en los cines, dando rienda suelta a las emociones de otros, de los personajes de la película.
De grande, lloré cuando murió mi hermana, desconsoladamente, escondido en un rincón del cementerio, mientras hablaba por teléfono con un amigo, amante, confidente, que me trataba de consolar y explicar lo inexplicable.
Esto sería un picnic para un psiquiatra. Una vez estuve con uno, el único en Chile al que le he dicho que so gay. Se lo dije frente a mi mujer, y lo único que recuerdo que me dijo fue que veía en mi una tristeza profunda. No le contesté, no me quería meter en profundidades.
Me cuesta sonreir. O mejor dicho, me río, fuerte, a carcajadas. Pero sonreir, me cuesta. Tanto así que a veces cuando me toman una foto creo haber sonreído para la cámara, después veo la foto y mi cara tiene una expresión de tristeza o seriedad, si es que no de enojo. Pero jamás una sonrisa. Otras veces hago el esfuerzo de sonreir con dientes y todo, como acostumbran a hacer los gringos para cualquier foto. La cara me aparece deforme, con una expresión rarísima, casi de burla. Trato de tener una sonrisa instantánea, de esas que iluminan la cara en un segundo y muestran un buen pedazo de dentadura. Y no me sale para nada. Mis mejores fotos son cuando salgo serio.
Me da tristeza, y creo que no sonreí suficiente cuando era joven y eso me dejó los músculos de la sonrisa atrofiados o endurecidos. Si pudiera hacerme cirugía plástica para ponerme una sonrisa bonita, me la haría. Siempre que no me toquen las arrugas ni la nariz. Tal vez ayudaría ponerme dientes más grandes, y en una de esas hasta me puedo ir a Hollywood con mi amigo Steve.
Hoy lloré con una película liviana, August Rush. La vi por segunda vez, de nuevo en un avión, y lloré tanto como la primera vez. Curioso, ¿no?. Es una película donde un niño perdido al nacer se convierte en un prodigio musical, y a los diez años se reencuentra con sus padres, que son ambos músicos y viven en distintas ciudades. Y se reencuentran oyendo el llamado de la música. Bueno, nada del otro mundo, pero me hace llorar a mares.
El niñito con cara de irlandés me recuerda a Gerry, un amigo jóven, de 28 años, que vive en el village y que a veces nos juntamos y hago de hermano mayor para él. Vemos televisión, tomamos un par de cervezas hacemos el amor. Después se queda a dormir conmigo. En la mañana me costó un poco explicárselo a la mujer que me hace la limpieza, que llegó a las 9 con su propia llave un día sábado. Era muy grande para ser hijo mío, muy chico ara ser compañero de trabajo. Por suerte me la recomendaron entre otras cosas, por su discreción, que quedó demostrada en que le sirvió desayuno al guapo muchacho que apareció del fondo del departamento, y no preguntó ni dijo nada.
La historia del niño perdido y la búsqueda de los padres que el está seguro que tiene, a pesar de que todos le dicen que es imposible encontrarlos y que probablemente están muertos, es una historia que me hace doler el alma. No se por qué me resulta tan conmovedora, pero es una de las emociones más fuertes que siento. Me pasa siempre con historias de ese tipo. Los niños abandonados el amor filial me descolocan. Nunca fui un niño abandonado en el sentido literal de la palabra, pero ciertamente me hubiese gustado tener padres más cercanos, más cariñosos. Menos práctico mi papá, más expresiva mi mamá. No me puedo imaginar sintiendo el tipo de amor filial sobrecogedor de un niño que no tiene padres a quien dárselo, ver eso me genera una sobrecarga de emociones que termina en llanto.
Que enredo. Este post va y viene, balbuceando de esto y lo otro. ¡Como se divertiría mi psiquiatra, si tuviera uno!
 
Comments:
Billy Elliot me hace llorar, entre otras, pero al leerte me acordé de esta.

Slds
 
estás en ese periodo parece... nos pasa a todos... solo te puedo dejar un abrazo, y la certeza de que entiendo muy bien las cosas que te pasan...
pues nada... un abrazo muy fuerte para ti Huracán...creo q te lo mereces por ser... simplemente un hombre como cualquier otro...
lovecraft27@hotmail.com
 
Estimado Huracán,

Aunque nos hemos visto sólo una vez, recuerdo lo que dices sobre la expresión de tu rostro. Tienes una chispa increíble, y te puedes reír a carcajadas, pero tu expresión como "por default" es más bien serio. Pero no te hagas problema por eso. Son estereotipos.

Precisamente ayer conversaba con un amigo, que uno suele compararse con los estereotipos, y suele sentirse desadaptado cuando algún rasgo propio dista mucho del promedio. Supongo que es normal y hasta cierto punto conveniente. Pero no en exceso. No creas que tienes que tener la mejor sonrisa Pep para demostrar que estás contento. No es así. Tu conversación se encarga de eso. Tu chispa es difícilmente igualable, y proyecta mucha más energía y buena onda que sonrisas, a veces, "perfectamente sobreactuadas".

Disculpa que no te había comentado este post antes, pero lo había dejado pendiente y ahora lo pude hacer.

Saludos
 
bueno más que una peli, a mi me dió cosa cuando escuché por primera vez la canción "mad world" de gary jules, que me pilló en casa de un colega y no veas, tuve que ir a la cocina a por agua por que esa canción me dió de lleno

http://www.youtube.com/watch?v=4N3N1MlvVc4

saludos!
 
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