Hace un par de noches puse CNN para ver un rato a Anderson Cooper y sus reportajes. Lo primero que vi al encender el televisor fue a una señora de unos 60 años hablando de su vida como polígama. Contó ahí en el programa que ella se había casado con el marido de su hermana y había pasado a ser su tercera esposa, y que con el tiempo el marido llegó a tener diez esposas. Contó que había vivido veinte años como tercera esposa, y que cuando el marido tomó a su décima esposa, ella no aguantó más la tensión y los celos y se mandó a cambiar llevándose a todos sus hijos.
Esta señora creció en una familia mormona fundamentalista, que son gente que decidió seguir viviendo fiel a los principios originales de la iglesia mormona, incluyendo la práctica de la poligamia, cuándo bajo presión del gobierno norteamericano la iglesia oficialmente renunció a esa práctica en 1890. Los que siguieron fieles a los principios originales pensaban que la iglesia estaba traicionando los el legado del fundador de la iglesia, un señor Joseph Smith. Después la iglesia no solo renunció, sino que condenó con fuerza la poligamia y comenzó a excomulgar a los que insistían en seguir practicándola.
La señora del programa de Anderson Cooper explicó que ellos creían que la poligamia no era necesaria para que el hombre se “salvara” o se fuera al cielo, pero sí lo era para que alcanzara un grado de exaltación que lo convertiría en dios en la vida celestial. También dijo que para eso bastaba con tres esposas, pero que con más aumentaban las posibilidades de alcanzar el máximo nivel en el cielo.
Interesante creencia, aunque poco puedo decir sobre el tema porque sé muy poco acerca de la religión mormona, aunque me llama mucho la atención, en particular la importancia que le dan a la genealogía, tanto que han creado una base de datos públicas en la que han metido casi todos los registros de nacimientos, matrimonios y fallecimientos de todo el mundo. Si uno hace una búsqueda en esa base de datos acerca de sus antepasados, se encuentran resultados fascinantes.
Últimamente he estado siguiendo una serie de HBO que se llama “Big Love”, cuyo protagonista principal es un guapo empresario cuarentón que vive en Utah, dónde es dueño de una cadena de homecenters, junto con sus tres esposas, dos hijos adolescentes y un número indeterminado de hijos más chicos. Viven en un suburbio muy bonito y tranquilo, y para disimular la poligamia, viven en tres casas contiguas, cada una de ellas asignadas a cada esposa. Comen todos juntos, y las esposas comparten las obligaciones domésticas bajo la dirección de Barbara, la primera esposa. Hill, el marido, se turna cada noche para dormir con una de ellas, turnos que se respetan sagradamente, y en los cuales el patriarca generalmente cumple con sus deberes maritales, aunque a veces tenga que recurrir a la ayuda de un Viagra. Las mujeres dicen quererse mucho entre ellas y no manifiestan celos, aunque de vez en cuando surgen conflictos que siempre terminan sublimando en nombre de “vivir el principio”. Los hijos viven felices con tres mamás a las que recurrir para que los regaloneen o los aconsejen, especialmente los adolescentes que no son tanto menores que la veinteañera tercera esposa, Margene. Por supuesto, con la llegada de la adolescencia los hijos comienzan a cuestionar si situación familiar, no tanto porque les incomode o no funcione, sino que por la presión social que los hace sentirse bichos raros.
Me gusta la serie, me cae bien Bill, con su permanente satisfacción sexual y actitud de patriarca bueno, que muestra los colmillos cuando ve a su familia amenazada. Las esposas son geniales, cada una con su personalidad definida, Barbara, la primera esposa es una mujer cuya familia acomodada mormona “oficial” la desprecia por dejar que su marido la haya metido en la poligamia; Nicki, la segunda esposa, proveniente de una familia fundamentalista polígama, criada en una especie de colonia en las montañas donde todos son polígamos bajo el liderazgo de su padre; y Margene, una joven que fue católica y tuvo amoríos varios antes de casarse, pero que se enamoró de Bill y asumió la poligamia cuando estuvo trabajando en la casa cuidando a los niños mientras Barbara estuvo enferma.
El hijo mayor, Ben, un guapo muchacho que tiene como 17 años, después de “descarriarse” y tener sexo a diario con su polola por un tiempo, regresó al redil cuando la polola se rió de él cuando le propuso casarse para no seguir viviendo en pecado. Y Ben ya tiene decidido que va a “vivir el principio”, como su padre, para llegar a ser profeta.
Lo más curioso es que para los adolescentes, volver a integrarse a la sociedad “normal” es volverse mormones de la iglesia oficial, rechazando la poligamia. A pesar de que para muchos los mormones oficiales ya son un poco bichos raros, eso no es así en el estado donde vive esta familia, dónde la mayoría de la gente es justamente mormona, y dónde esta la sede principal de la iglesia.
La serie tiene un desarrollo con muchas aristas entretenidas y complejas, lo que la ha ido haciendo muy popular en Estados Unidos, y ha comenzado a atraer atención sobre los poligamistas y su modo de vida. Han aparecido Blogs y sitios web sobre el tema y hasta hubo una manifestación en Salt Lake City en pro de los derechos de los poligamistas.
Lo que me lleva a reflexionar sobre el tema de la libertad religiosa, y a no poder entender que un país cuyos principios básicos estuvieron siempre ligados a la experiencia de minorías religiosas que llegaron a America escapando de la intolerancia de Europa en su época. Si el estado norteamericano no permite la oración en los colegios estatales, para mantener la estricta separación entre iglesia y estado, por que puede perseguir a gente que practica la poligamia como parte de su religión. ¿Cuál es el rollo con que un hombre tenga dos, tres o mas mujeres? ¿O una mujer tenga más de un marido? Mientras cada uno entre en esa relación en forma libre e informada, sean adultos y no haya coerción de ningún tipo a mantenerse en ese matrimonio plural, no veo el problema. De hecho hay muchos países donde es legal, particularmente los musulmanes.
Lo mismo me pasa cuando veo que en Francia le prohíben a las mujeres usar esos paños en la cabeza que usan muchas mujeres musulmanas, lo que en inglés llaman “Head Scarf”. Lo prohíben en lugares públicos, porque es una expresión externa de su creencia religiosa que puede “ofender” a los que no comparten sus creencias. No he oído nada más ridículo, para mi es simplemente una forma de forzar a las mujeres musulmanas a adoptar hábitos occidentales. Curiosamente en Turquía, país principalmente musulmán, pero de gobierno laico, hay gente que reclama porque la esposa del Presidente usa este paño en la cabeza, lo que sería contrario a los principios laicos del estado turco.
Es decir, la defensa de la libertad religiosa para algunos liberales llega hasta donde les gusta, pero después imponen sus puntos de vista si se sienten amenazados. Por supuesto que no es lo mismo que sucede con los gays, a quiénes discriminan y persiguen, no por sus creencias religiosas, sino que por las de otros que se las quieren imponer a ellos.
Si los mormones fundamentalistas no tuvieran problemas con la homosexualidad, que si los tienen, me pregunto cómo se armaría un matrimonio plural gay. Primer y segundo marido, ¿cuando uno llegue a los 50 toma un tercer marido de unos 25?, no suena nada mal. Sería una manera de formalizar lo que ya se da en la práctica.
Hoy es la gran final de la temporada de Big Love, no me la voy a perder. Bueno, espero no haber escandalizado a nadie con esto, pero es un tema curioso, que rompe esquemas. Se abre la mesa a comentarios.